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Han pasado 19 años desde la emisión del capítulo más triste, pero probablemente también el más bonito, de la inolvidable Rugrats: el episodio en el que Chuckie Finster descubría la verdad sobre su madre.
Recalar en la ausencia de la madre de Carlitos fue un golpe tremendo e inesperado, ya que inconscientemente los niños de los 90 habíamos pasado por alto durante más de tres temporadas. Los propios guionistas han explicado que cuando pusieron en marcha la serie se centraron tanto en la historia de los bebés que dejaron en un segundo plano a los adultos. Fue cuando la serie ya estaba en marcha cuando advirtieron que Chuckie sólo tenía un padre: ¿qué había pasado con su esposa? ¿Se habían divorciado, estaba muerta?
El 6 de mayo de 1999, coincidiendo con el día de la madre, los guionistas de Rugrats decidieron rompernos el corazón con un episodio que resolvía definitivamente el misterio. En la serie también era el día de la madre, y los bebés se reunían para decidir qué regalar a sus respectivas progenitoras. Chuckie, sin saber qué hacer, llegaba a la conlcusión que el día de la madre era sólo para los niños con madre, puesto que él —cómo los espectadores que veíamos el capítulo— tampoco sabía nada de ella. Es cierto que a veces creía recordarla, e incluso que soñó con ella, pero nunca se hizo preguntas sobre su orfandad.
Ese mismo día, gracias a las fechorías de Angélica —la malvada niña que siempre se enfrentaba a los bebés— toda la pandilla acabó encerrada en el cuarto oscuro en el que el padre de Carlitos guardaba los recuerdos de su madre. Hacia el final del capítulo, Chuckie encontró una foto en la que descubría el rostro de la madre con la que tantas veces había soñado y, feliz, decidía enseñársela a su padre.
Fue en ese momento, hace ya 19 años, cuando el padre de Chuckie se atrevió finalmente a contarle la verdad, enseñarle el diario de su difunta esposa y leerle el poema que su madre escribió cuando estaba en el hospital, poco antes de morir.
Es difícil releerlo hoy sin que se nos rompa —otra vez— el alma:
Mi dulce y pequeño Chuckie, creo que tengo que dejarte.
Este poema es para decirte dónde podrás encontrarme.
Cuando el viento sople suave esa será mi mano sobre tu rostro,
y cuando el árbol te dé sombra esa seré yo cubriéndote con mi abrazo.
Cuando sientas que el sol te alcance, esa seré yo haciéndote cosquillas.
Cuando la lluvia te moje el cabello, esas serán mis lágrimas de alegría.
Cuando la hierba te envuelva, seré yo sosteniéndote fuerte.
Cuando las aves canten, esa seré yo susurrándote, 'buenas noches...'