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Artículo 5 viñetas para acabar con la utilización política de la religión Lit

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5 viñetas para acabar con la utilización política de la religión

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El cómic 'Heretics! The Wondrous (and Dangerous) Beginnings of Modern Philosphy' es una historia del radicalismo político de la filosofia del s. XVII

Eudald Espluga

15 Junio 2017 17:38

Una anomalía salvaje. Así es como el polémico filósofo italiano Toni Negri resumió el radicalismo olvidado que entrañan los libros de Brauch Spinoza.

Las ideas de este filósofo holandés consiguieron escandalizar Amsterdam, una de las ciudades más liberales de la Europa del s. XVII, hasta el punto que fue excomulgado de la comunidad judía a la que pertenecía.

Adjetivos como radical, heterodoxo, extremista o revolucionario se acostumbran a utilizar aplicados a figuras sobreactuadas, a pensadores que hacen alarde de sus transgresiones.

Sin embargo, Spinoza nunca hizo de su filosofía una mera provocación. No condicionaba la expresión de sus ideas a su potencial controversia: ni para hacer de su filosofía un escándalo, ni para guardar un perfil bajo y mantenerse a salvo de cualquier conflicto con las autoridades.

Spinoza, como él mismo gustaba de recordar, escribía con la minuciosidad matemática de un geómetra: exponiendo sus ideas con claridad, proponiendo definiciones exactas, demostrando sus proposiciones a través de la combinación de las tesis previamente establecidas y aclarando las dudas en pequeños corolarios.

Sin embargo, este carácter escrupuloso y meticuloso contrastaba con lo devastador de sus ideas. El filósofo holandés, en su Tratado teológico-político, publicado anónimamente en 1670, defendía abiertamente que los milagros no eran posibles, que la mayoría de religiones eran supersticiones organizadas o que la biblia no era más que una obra de literatura humana “corrupta y mutilada”.

No es de extrañar, entonces, que Spinoza fuera acusado de ateo. Pero lejos de ser un pensador irreligioso, Spinoza dio forma a una interpretación panteísta que, siglos más tarde, sería la base de la divinización de la naturaleza que constituiría una de las bases del romanticismo.

La publicación del cómic Heretics! The Wondrous (and Dangerous) Beginnings of Modern Philosphy demuestra la actualidad de un pensamiento que, sin desdeñar el valor de la espiritualidad para la vida humana, carga contra la utilización política de la religión. En él, Steven Nadler y Ben Nadler exploran las ideas de Spinoza y de otros filósofos que, con sus ideas, confrontaron el status quo y allanaron el camino de la ilustración:

1. La Biblia no la escribió Dios.

Que se trate de un texto de un valor cultural y sapiencial incalculable, no debe llevarnos a fetichizar la literalidad de sus palabras. Como cualquier otro libro, fue escrito por seres humanos particulares, en condiciones historias concretas, copiado y mal copiado durante siglos, hasta que un editor decidió elaborar una edición de los manuscritos que consideró pertinentes.

2. Las proposiciones técnicas de los profetas no son necesariamente ciertas.

No, los profetas no eran astrofísicos, ni neuropsicólogos, sino tipos con mucha imaginación. Sin embargo, si expusieron un simple y elocuente mensaje que vale la pena recordar: ama a tu prójimo.

3. Dios no es un espantajo para asustar al pueblo.

“La verdadera religión consiste solo en justicia y la caridad”. Lo demás –los milagros, las jerarquías eclesiásticas, los ritos públicos– es manipulación social a través de la superstición.

4. Divorcio entre estado e iglesia.

Spinoza creía que incluso los problemas religiosos debían ser tratados por autoridades civiles. Desde su punto de vista, la secularización del estado no favorecía solo la organización política del mismo, sino que liberaba la religión. En el fondo, lo que le preocupaba al filósofo holandés era la libertad de expresión.


5. La democracia es el mejor sistema político.

Spinoza dijo que "nunca se sabe lo que puede un cuerpo", pero lo mismo podría haber dicho de la sociedad. A diferencia de sus contemporáneos, y de los filósofos clásicos, el holandés sí creía en el gobierno del pueblo. Para él, no hay justificación alguna para someter el gobierno de los hombres a una autoridad trascendente.


Quizá los libros de Spinoza no los escribió el diablo, como dijeron sus críticos, pero todavía hoy sus ideas pueden parecen demoníacas para más de uno.


(vía Los Angeles Review of Books)

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