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Artículo 22 mujeres acusan a esta web de engañarlas para hacer porno: así funcionaba Now

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22 mujeres acusan a esta web de engañarlas para hacer porno: así funcionaba

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Sus testimonios ofrecen una poco habitual mirada a los entresijos de una industria habitualmente opaca

PlayGround

10 Octubre 2019 19:50

Todo empezaba con un anuncio en Craigslist buscando “chicas bonitas del tipo universitaria pija” para sesiones de fotos. A primera vista parecía un trabajo de modelo más. Pero lo que no sabían las jóvenes es que detrás de los anuncios se escondían los productores de una web llamada Girls Do Porn y que no buscaban aspirantes a modelo, sino mujeres para grabar vídeos de porno amateur.

Girls Do Porn es un servicio de suscripción para adultos con sede en San Diego fundado en 2006 por Michael Pratt que comercializa vídeos pornográficos con actrices aficionadas de entre 18 y 22 años prometiendo a los usuarios que cada clip es “la única vez que las chicas hacen porno”. Muchas de las chicas también alegan haber sido engañadas para hacerlo.

22 de estas mujeres acabaron presentando una demanda colectiva contra Pratt y dos de sus socios, el actor y director Rubén “Andre” García y el cámara Matthew Wolfe. El juicio empezó el pasado 19 de agosto en el Tribunal Superior de San Diego, y sus testimonios están ofreciendo una poco habitual mirada a las entrañas de una industria habitualmente opaca.

Todas las demandantes, identificadas como Jane Does, ofrecen un relato muy similar. Los anuncios de Craigslist les dirigían en un primer momento a sitios web de apariencia inocua, con fotos de mujeres vestidas, en el que se les pedía su información de contacto, medidas y fotografías. Cuando recibían la respuesta, sin embargo, en vez de trabajos de modelo les ofrecían 5.000 dólares para grabar pornografía. Aceptaban hacerlo, dicen, porque los productores les garantizaban que los vídeos se distribuirían solo en DVD fuera de los Estados Unidos, que nunca se publicarían en línea y que ellas mantendrían su anonimato.

Pero la realidad acaba siendo muy distinta. Los productores sí publicaban los vídeos online. No solo en Girls Do Porn, sino que también eran distribuidos en grandes portales como Pornhub. Poco después de que esto ocurriera, los nombres y datos personales de las mujeres emergían en PornWikileaks, un ya extinto foro dedicado a revelar información privada de intérpretes porno. Y entonces, su vida se venía abajo.

"Si hubiera sabido no solo que iría a la red, sino que lo postearían en Internet, que mi nombre estaría adjunto, que sería en Estados Unidos, y que no me pagarían 5.000$, sino 2.000$ menos, que me insultarían porque estaba pálida y tenía moretones; si hubiera sabido que serían más de 30 minutos de filmación, si hubiera sabido algo de eso, cualquiera de estas cosas; si hubiera sabido que otras chicas habían sido acosadas y expulsadas de la universidad por eso, si hubiera sabido que me echarían del equipo de animadoras; si hubiera sabido algo de eso, no lo habría hecho”, dijo Doe 15 en su testimonio.

Testimonios como este ofrecen una mirada inusual sobre los detalles de cómo se recluta a mujeres para participar en la llamada pornografía amateur, en la que a menudo se junta a chicas sin experiencia previa con actores profesionales.

Uno de los trucos que utilizaban los responsables de la página era remitir a las potenciales actrices a otras mujeres que, decían, habían trabajado con ellos. El objetivo era que ejercieran de “referencias” y les tranquilizaran con sus experiencias. Una de estas mujeres era Amberlyn Clark, quien en el juicio ha testificado que nunca había grabado ninguna escena con Girls Do Porn y que simplemente le pagaban para mentir a las posibles candidatas diciéndoles cosas como que sus vídeos no se postearían en Internet, sino que irían a coleccionistas privados fuera de los Estados Unidos.

Doe 15, que en el momento tenía solo 18 años, fue una de las chicas que escribió a alguna de las mujeres que la compañía utilizaba con el mismo cometido. “Le consulté todas mis preocupaciones al respecto”, dijo en la corte. "Quería que otra mujer que lo hubiera hecho me asegurase que su vídeo no estaba online. Que no sería en Estados Unidos y que mi nombre no se usaría en él. Ese mensaje y todos los demás mensajes juntos realmente suavizaron mis preocupaciones de que, ya sabes, sería seguro y que no iría a ninguna parte de los Estados Unidos. Suavizó casi todas mis preocupaciones”.

Una vez convencidas, las demandantes explican que los productores les compraban billetes de avión y las traían a habitaciones de hoteles de lujo de San Diego. Una vez ahí, se les decía que no les podían pagar el precio acordado. A todas les prometían 5.000 dólares, pero a algunas les acaban pagando tan poco como 400. En su testimonio en el juicio, Valerie Moser, asistente administrativa de Pratt, explicó que la tarifa dependía del atractivo de las chicas, y que quedaba fijada a través de lo que llamaban 'Panda Pics': fotografías de las modelos desnudas que la propia Moser tomaba cuando llegaban. El nombre viene de la localización donde se tomaban: delante de un retrato de un panda con dos pistolas en uno de los apartamentos del CEO Michael Pratt.

En la habitación del hotel, los productores les presentaban los documentos que debían firmar y amenazaban con demandarlas por el coste del vuelo y la habitación del hotel si se negaban a rodar la escena. Los abogados de Pratt, García y Wolfe dijeron que demostrarán que las mujeres firmaron contratos que decían que los vídeos que hacían podían “usarse en cualquier lugar, de cualquier manera y para cualquier propósito”. Los abogados de las mujeres argumentan, sin embargo, que engañar a las mujeres y obligarlas a firmar contratos es parte del modelo de negocio de Girls Do Porn.

A pesar de que todos los testimonios de todas las demandantes son muy similares, en el caso de Doe 17 existe un detalle significativamente distinto: en ningún momento tuvo consciencia de que se trataba de un rodaje porno hasta que llegó al hotel.

Según su testimonio, todo empezó cuando se encontró con un empleado de Girls Do Porn que se identificó como “Stephen” en un hotel de San Diego. Stephen la dejó en el hotel con un modelo masculino hasta el mediodía, cuando regresó. Fue entonces cuando le mencionó rodar pornografía “como quién no quiere la cosa”. “Estaba en plan 'Esto es lo que vamos a hacer, estas son las posiciones que vas a hacer '. Inmediatamente dije que no", afirma Doe 17.

A pesar que le contaron el discurso estándar —anonimato, DVD, distribución exclusiva fuera de Estados Unidos—, Doe 17 siguió negándose. Pero cuando los hombre se mostraron “muy agitados” y le dijeron que les estaba “haciendo perder el tiempo y el dinero”, acabó cediendo. "No sabía qué pasaría si me iba. No sabía si publicarían las fotos de desnudos que le había enviado previamente. Me ofrecieron otros 4.000 dólares para hacer el vídeo, además de los 1.000 que me prometieron por la sesión de fotos que se suponía que debía hacer. Y antes de convencerme de hacer el vídeo, me dieron un vodka de arándano”.

Como la mayoría de demandantes, Doe 17 se enteró de lo que realmente había grabado cuando meses después un conocido le pasó una captura de pantalla del vídeo. Es en ese instante cuando el mundo de todas se derrumbó. "Tuve que abandonar la universidad para evitar el acoso continuo de los compañeros de clase", dijo otra chica, identificada como Jane Doe 6, en la demanda. “Me acosaron en el trabajo sobre el vídeo hasta el punto de que tuve que renunciar. Ahora tengo miedo de solicitar nuevos empleos”. Todas las demandantes explican haber pasado por situaciones similares.

Además de la humillación de que se publicase un vídeo sexual suyo en la red, las demandantes tuvieron que convivir con el acoso derivado de que se publicaran en la red sus nombres legales, sus ciudades de origen, sus cuentas de las redes sociales y sus fotos. Las mujeres dicen que los productores también enviaron clips a sus familias y compañeros de clase de la universidad. Un extremo que los abogados de los productores han negado, señalando que eso era obra de 'trolls de Internet', que descubrieron los nombres de las mujeres en la red.

Las 22 mujeres han demandado a Girls Do Porn por fraude, daños por angustia emocional y apropiación indebida de la imagen. Piden 22 millones de dólares y que se retiren los vídeos de la red.

Michael Pratt abandonó los Estados Unidos a mediados de septiembre y es altamente probable que no aparezca para testificar en el juicio.

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