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Artículo Puigdemont estrena la nueva temporada de ‘El Procés’ Now

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Puigdemont estrena la nueva temporada de ‘El Procés’

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8 consecuencias implícitas en el discurso del president, una rara avis en la historia de los discursos políticos

Antonio J. Rodríguez

10 Octubre 2017 22:54

En el momento de escribir este post, la entrada de Wikipedia en inglés sobre “estados soberanos que menos duraron” incluía la República de Cataluña. Tiempo de vida: 8 segundos. Es lo que pasó entre que el president Puigdemont anunció que Cataluña tenía legitimidad para declararse independiente… y luego anulaba los efectos de tal hipotética independencia. ¿Para qué? Pues para pedir diálogo, una solicitud extraña teniendo en cuenta que el referéndum se celebró en contra de la legalidad española, precisamente porque el gobierno no aceptaba cuestionar el diálogo. Narrativamente, el guión leído por Puigdemont hoy implicó un giro completamente inesperado del guión: repleto de alusiones al relato de las izquierdas —denuncia de la represión policial, denuncia del franquismo, cuestionamiento al régimen del 78…—, Puigdemont acabó finalmente haciendo lo pedía la derecha, que es desactivar la independencia. Lo que sigue a continuación es un intento de reunir algunas de las consecuencias que implican las palabras de Puigdemont en su extraño discurso.


1. El govern pierde fuerza en relación a Madrid. Si «choque de trenes» se había convertido en una de las metáforas más sonadas estos días para explicar la no-negociación testosterónica entre Madrid y Barcelona, las declaraciones recientes de Puigdemont y las palabras de hoy en el Parlament significan una cosa: el govern se apea del tren. Evidentemente, la carrocería del tren del govern parecía más frágil que la del Gobierno .


2. El govern se mete en un callejón sin salida. De un lado seguirá recibiendo el hostigamiento de los partidos anti-independentistas (en esa dirección iban las primeras declaraciones de C’s o del PSOE), pero es que ahora acaba de decepcionar a toda la sociedad civil independentista que protagonizó el desbordamiento de los últimos meses, y a las cuales parecía que el govern acompañaba. Presión por ambos lados.

 

3. Puigdemont acaba con su coherencia política. Una cosa que no podía afeársele a Puigdemont es su coherencia: desde su investidura como president, el líder de PDeCat había seguido a rajatabla la hoja de ruta independentista, lo que, evidentemente, le ganaba las simpatías de los independentistas, incluso a pesar de pertenecer a un partido sospechoso de demasiadas cosas. El mensaje hoy abrimos-el-diálogo-tras-la-victoria-del-referéndum-ilegal-que-hicimos-porque-no-dialogabais es una contradicción total para el itinerario independentista.


4. La hipótesis de que el ANC, Ómnium y la CUP habían tomado el mando del PDeCat se desvanece. Durante mucho tiempo fue una lectura popular: la sociedad civil y el partido de izquierda que dieron el respaldo a Puigdemont habrían ‘secuestrado’ el partido. Según esta hipótesis, eran estas entidades las que marcaban el paso del govern. Hoy la hoja de ruta independentista se quiebra en dos: el independentismo y…


5. …el procesismo, que vuelve. En concreto, el procesismo 2.0., versión Europa. Puigdemont comenzaba su discurso hoy haciendo una alusión a Europa, parte de la estrategia reciente de Puigdemont ha sido la de atraer la atención internacional —otro giro de guión interesante, sobre todo teniendo en cuenta que el asunto de la independencia siempre se ha discutido en los últimos años como si fuese algo que solo afectaba a la relación Madrid-Barcelona—, y en las últimas semanas numerosas voces influyentes internacionales se han pronunciado sobre Cataluña, desde Assange a Juncker. No obstante, el mensaje internacional general ha sido: “esto es un asunto doméstico, arreglaos entre vosotros; dialogad”. No existe ninguna diplomacia internacional que respalde la causa independentista. De puertas hacia afuera, Puigdemont no es un interlocutor reconocido. Pero teniendo en cuenta que el procesismo suele ser gomaespuma política, el procesismo internacional es una opción.


6. El 155, o lo que el 155 significa, sigue adelante. El eje de gravedad del discurso de Puigdemont hoy ha pasado del escenario DUI sin ambages —sostenido por el electorado independentista— al diálogo, que estos días es el concepto favorito de grupos no independentistas como los comunes, Podemos o la manifestación Parlem/ Hablamos. Sin embargo, el Gobierno en Madrid niega la mayor, continúa rechazando la posibilidad de diálogo y desautoriza la independencia sin independencia.


7. Aparece la posibilidad de un nuevo electorado en escena: el ciudadano que votó SÍ —a la independencia—, pero en realidad quería NO. Esto suena raro, pero encaja con una fantasía procesista y federal de quien no quiere contemplar los posibles riesgos de una independencia. O sea, una hipotética fracción del electorado JXSí. Para ellos, lo de hoy es un alivio.


8. Vuelve también el procesismo, esta vez en su versión clásica, a la española, entendiendo como tal cosa el rédito electoral conseguido por PP-PDeCat tras la representación pública de su enemistad. Lo sucedido en los últimos días es una campaña extraordinaria para el PP, pero es que si PDeCat/ JXSí manejan bien la embarcación en los próximos días, el rédito político para un electorado que dice sí pero no también sería factible: ellos han hablado de diálogo, ellos han conseguido retratarse como la parte civilizada de la película —han sido una máquina de propaganda brutal, sí, pero también quienes han recibido la violencia física— y aparentemente ellos lo han intentado por todos los medios, pero no ha podido ser. Pasar del choque de trenes al relato de la dignidad por la vía procesista es una opción que justifica que hoy, con la marcha atrás de la declaración, Puigdemont no haya convocado elecciones.

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