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Artículo Un bufón en Downing Street: los 8 rasgos que definen a Boris Johnson Now

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Un bufón en Downing Street: los 8 rasgos que definen a Boris Johnson

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¿De verdad alguien así está preparado para ser Primer Ministro?

PlayGround

24 Julio 2019 15:24

1. Sus ancestros

Alexander Boris de Pfeffel Johnson nació el 19 de junio de 1964 en Nueva York. Ello le confirió la doble nacionalidad, a la que renunció en 2016 para evitar pagar impuestos. Durante su infancia se mudó hasta 32 veces siguiendo los negocios de su padre a lo largo de dos continentes. No es, por tanto, un británico de pura cepa, pero como corresponde a cualquier miembro de la élite del país, entre sus ancestros se encuentran diversos personajes destacados. Su bisabuelo fue Ali Kemal, un periodista turco que llegó a ser Ministro del Interior del Imperio Otomano antes de ser asesinado durante la Guerra de Independencia turca. Su tatarabuela fue Karoline Von Rothenburg, hija ilegítima de un miembro de la casa Real de Prusia, y su bisabuelo Elias Avery Lowe, un paleógrafo ruso-judío que emigró a Estados Unidos.

2. Su educación elitista

Durante los años que su familia vivió en Bruselas, el pequeño Alexander cursó estudios en la Escuela Europea de Bruselas antes de ser enviado junto a su hermana a un internado en Inglaterra. Ahí, sus compañeros se burlaban de él por su linaje turco, por lo que empezó a cultivar un personaje de británico excéntrico. Ingresó en Eton, probablemente el colegio más elitista del mundo, y de ahí pasó a Oxford. En la universidad su comportamiento se volvió todavía más extravagante: empezó a hacerse llamar Boris (su familia y entorno cercano sigue llamándole Al) y se unió al Bullingdon Club, una sociedad en la que los estudiantes más selectos de Oxford se reunían para comer, beber y vandalizar inmuebles y sentimientos.

3. Su ambición desmedida

Tal y como recuerda Sonia Purnell, autora de Just Boris, fue en Oxford dónde Johnson se propuso convertirse en el “Rey del Mundo”. Su ambición le había sido inculcada muchos años atrás por su padre. Tal y como explica The Guardian, desde pequeño mamó que la prioridad era siempre ganar, ya fuera “saltando, corriendo o teniendo el pelo más rubio”. A pesar de dedicarse al periodismo, nunca ocultó sus ambiciones políticas. De hecho, vio en el periodismo el trampolín perfecto para su carrera política.

4. Su carácter caótico

Hace unas semanas circuló una imagen del interior del Toyota de Johnson en el que los asientos traseros aparecían llenos de cartones de comida vacía, botellas, bolsas de Ikea, tebeos infantiles, migas y ropa arrugada. Quizá sea un poco exagerado trazar paralelismos entre el interior de su coche y el interior de su mente, pero Johnson siempre ha sido conocido por su carácter caótico e imprevisible. “Tiene más remolinos que un jacuzzi”, escribía su examante Petronella Wyatt en un artículo del The Mail on Sunday. En él, describe su carácter como “retorcido y tirando a bipolar, tan proclive a la broma fácil como a la depresión más oscura". En el texto también afirma que quiere ser primer ministro porque “no le basta con el amor de su familia ni con el amor de los tories, sino que quiere ser adorado por todo el mundo".

Photo by Christopher Furlong/Getty Images
Photo by Christopher Furlong/Getty Images

5. Sus frases polémicas

Su caótica manera de hacer política también se traduce en una lengua incontrolable, que ha provocado incontables polémicas. Desde decir que las personas de color tienen “sonrisas de sandía” a que las mujeres que llevan velo islámico parecen “buzones”, pasando por referirse a los homosexuales como “maricones con tirantes” o utilizar términos racistas para criticar a Obama, su lista de ofensas es interminable.

6. Sus mentiras

Igual de extensa es su lista de mentiras y falsedades, que le han hecho perder el trabajo hasta en tres ocasiones. En 1988 fue despedido de The Times por atribuirle una cita falsa a su padrino en una noticia de portada. Durante sus años como corresponsal del Daily Telegraph en Bruselas era conocido por propagar en sus artículos lo que se conoció como “Euromitos”. Entre los más célebres se cuentan la creación de la "policía de los plátanos", para regular su curvatura, la introducción de "euroataúdes" para que fueran todos del mismo tamaño, o la prohibición de los “cócteles de gambas con patatas fritas". La publicación de estas informaciones le llevó a tener que responder ante el Parlamento, donde dijo que "se hace un gran esfuerzo por despreciar a todos los que pensamos que deberíamos salir de la Unión Europea y todo lo que decimos es un poco mito”.

Photo by Andrew Parsons Pool/Getty Images
Photo by Andrew Parsons Pool/Getty Images

7. Sus infidelidades

No debería sorprender que alguien con una relación tan flexible con la verdad sea un adúltero compulsivo. Durante sus años como editor de The Spectator, su comportamiento lascivo hizo que la revista fuera conocida como Sextator. Fue entonces cuando tuvo un prolongado affaire con la columnista Petronella Wyatt, que salió a la luz en 2004. En 2010 se supo que había tenido un hijo fuera del matrimonio con la consultora de arte Helen Macintyre. Pese a ello, su esposa y madre de sus cuatro hijos, Marina Wheeler, no le abandonó hasta 2018. Se habían casado en 1993, después de que Johnson le fuera infiel a su primera esposa, Allegra Mostyn-Owen, precisamente con Wheeler. No debería extrañar, pues, que Wyatt explicara que Johnson le justificó sus infidelidades con esta frase: “Ningún hombre debería estar confinado a una sola mujer”.

8. Sus bufonadas

¿Recitar un poema colonial en una pagoda de Birmania? Check. ¿Arrollar a un niño jugando a rugby en Tokio? Check. ¿Quedarse colgado de una tirolina enarbolando dos banderas del Reino Unido? Check. Si fueran protagonizadas por cualquier otro, estas situaciones se considerarían al borde de la humillación pública. Pero el flamante primer ministro británico siempre ha sabido utilizar su carisma gamberro a su favor. Algo que ya quedó claro en sus años como enfant terrible del periodismo. Cuando fue invitado al programa de televisión Have I Got News for You en 1998, le sacaron a colación una vieja grabación en la que se le escuchaba diciéndole a su amigo Darius Guppy, un estafador convicto, que le iba a ayudar a dar una paliza a un periodista. En vez de asumir su error y bajar la cabeza, Johnson hizo reír a la audiencia con sus ocurrencias y gestos, ganando una nueva legión de seguidores. Lo que debía haberle hundido le hizo más fuerte. Una filosofía que, ahora, le ha acabado llevando a Downing Street.

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