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¿Estamos seguros de que ya no queda ningún megalodón en el mar?

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El tiburón de 18 metros de largo y una mandíbula de más de un metro se extinguió hace millones de años, ¿o no? Esto es lo que dice la ciencia

PlayGround

13 Agosto 2018 15:38

“Me niego a que me coma un pez prehistórico”. Eso dice uno de los personajes de The Meg, la nueva película de Jon Turteltaub y Warner Bros, que libra batalla contra el megalodón, una especie mastodóntica de tiburón que apareció en el planeta Tierra hace 23 millones de años y se extinguió hace 2.6 y que ha vuelto para arruinarnos las vacaciones.

Porque no hay caldo de cultivo mejor para bulos terroríficos que la oscuridad de las profundidades del océano. Como lo lees: The Meg tira del mito sobre la existencia actual del megadolón.

Según esta hipótesis, un tiburón de unos 18 metros de largo, con unas mandíbulas de 1,5 metros de ancho y unos dientes de hasta 18 centímetros, podría estar deambulando por algún océano, tragando ballenas secretamente, sin que nadie se entere. A pesar de los cientos de bulos, mitos y vídeos trucados que afirman haber grabado al monstruo, parece poco probable que no nos hubiéramos dado cuenta aún de su existencia, si existiera. ¿Cómo no íbamos a notar los estragos en el ecosistema de tamaña criatura? De hecho, el paleontólogo Alberto Collareta mantiene que la extinción del megalodón se debió precisamente al colapso, hace entre 5,3 y 2,58 millones de años, de los dos tipos de ballenas de las que se alimentaba: la Piscobalaena nana y la Piscophoca pacifica.

Wikimedia Commons

O, por lo menos, si este tiburón todavía coleara, hubiéramos encontrado dientes suyos desperdigados aquí y allí, ya que a los tiburones se les caen los dientes (y los reemplazan como lagartijas sus colas), y no solo mandíbulas fósiles. También habríamos dado en algún momento con los restos de sus presas ya que un animal de 50 toneladas necesita alimentarse, y mucho.

El mito también sostiene que el megalodón permanece oculto porque habita en fosas profundas. Y, sin embargo, los expertos en este animal prehistórico afirman que lo más probable es que su hábitat fueran las aguas cálidas, poco profundas y cercanas a la costa ya que su organismo no estaba hecho para el frío. Nada que ver con la postal que pinta la taquillera The Meg, sobre un fondo marino remoto y sin explorar en el mar de China.


Cabe destacar que las películas en las que un animal es el enemigo, acaban teniendo un efecto nocivo sobre su especie. Tal y como indica para la BBC Catalina Pimiento, investigadora de tiburones y experta en el megalodón, Tiburón de Spielberg afectó tremendamente a las poblaciones de tiburones y después de su estreno aumentaron sus capturas a modo de trofeo. “Las películas tuvieron un gran impacto en la protección de los tiburones y un papel en darles una mala reputación. Las personas no se dan cuenta de lo vulnerables que son”, ha declarado Pimiento.

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