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Reportaje Lo que necesitamos con urgencia después del #MeQueer Now

Reportaje

Lo que necesitamos con urgencia después del #MeQueer

29 Agosto 2018 14:25

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Imagen: Joanna Nix
 

Hablamos con activistas y políticos que se unieron al #MeQueer para debatir el impacto del movimiento y qué cambios puede y debe traer

El viernes 24 de agosto estalló en España el movimiento #MeQueer.

En pocas horas, el hashtag fue Trending Topic y alcanzó más de 40.000 tuits en los que gais, lesbianas, bisexuales, transexuales y el resto de la comunidad LGTB+ relataron públicamente experiencias de abuso, violencia y discriminación que sufren y siguen sufriendo. El fenómeno, que lo inició el pasado 13 de agosto el escritor alemán Hartmut Schrewe, llegó a replicarse con fuerza en países de habla hispana, como México, Argentina, Paraguay y Colombia, y en poco más de dos semanas ya acumula más de 110.000 tuits a escala mundial.

Desde entonces, muchos han escuchado por primera vez lo que para nosotros es una realidad: historias sobre acoso escolar, pensamientos suicidas, rechazo familiar, palizas en la calle, comentarios cotidianos cargados de LGTBfobia y frustración por tener que esconder nuestra sexualidad o identidad. El viernes decidimos ponerle punto y final a tanto silencio para gritar "ya basta" más fuerte que nunca. Ahora, con el paso de los días, empiezan a surgir las primeras preguntas: ¿Hacía dónde nos lleva el #MeQueer? ¿Qué necesidades y cambios está planteando? ¿Para qué servirá?

Una catarsis colectiva

Para la activista feminista queer Gracia Trujillo, el #MeQueer ha sido una “catarsis colectiva que nos está sirviendo como ‘comunidad’ para vernos y para compartir nuestras vivencias. El empoderamiento colectivo ya lo hemos conseguido, al menos con leernos”. El hashtag ha evidenciado la existencia de un abuso sistemático y prologando en el tiempo ya que, como señala Trujillo, “hay historias de discriminación que seguimos arrastrando” generación tras generación: “Había personas que contaban que tenían la sensación de que les habían robado la adolescencia y es muy difícil no sentirse identificado, porque nos ha pasado a todes”.


En palabras del activista y escritor Ramón Martínez, “el #MeQueer es un nuevo punto de partida” en la lucha por los derechos LGTB+, que pone de manifiesto que hay “un problema que debe ser atendido urgentemente”. Así, argumenta, el #MeQueer ha centrado el foco en combatir "las violencias interconectadas” que sufre el colectivo LGTB+, fruto de la sociedad patriarcal en la que vivimos.

En ese sentido, Martínez considera que "el #MeToo ha provocado el mensaje del #MeQueer; que es además un mensaje feminista". El autor de libros como Lo nuestro sí que es mundial , sostiene que tanto las mujeres como el colectivo LGTB+ sufren discriminación en base a la identidad y expresión de género y que “homofobia y machismo son las caras de la mismas moneda”. Al igual que Martínez, el activista trans Pol Galofré espera que el hashtag sirva para revitalizar el activismo y “para que la lucha vuelva a la calles”.

Catalizador de cambio social real

Los miles de tuits han expuesto la existencia de una falta de apoyo institucional a la hora de ofrecer garantizas a la población LGTB+, apunta Trujillo, que comenta la necesidad de solicitar medios, formación e incluso más eficiencia a las autoridades competentes a la hora de gestionar denuncias por agresiones. Sin embargo, la activista no cree que la solución esté en endurecer la vía punitiva de la esperada Ley de Igualdad LGTB+, sino en que el #MeQueer inicie “un cambio estructural”.

Galofré remarca que “en el caso español las leyes e instituciones han ido en muchos casos por delante de la sociedad” y cita el caso de las políticas LGTB+ del Ayuntamiento de Barcelona. “Hay cosas a nivel legal que vienen cubiertas, pero la mayoría de los problemas vienen por un rechazo social”, matiza. Pol no se equivoca; un ejemplo de ello son los testimonios de violencia física y verbal que se pueden leer en Twitter o las pocas oportunidades laborales de las personas trans.

La solución no está en endurecer la vía punitiva de la esperada Ley de Igualdad LGTB+, sino en que el #MeQueer inicie “un cambio estructural”.

Tanto Lucia Martín, diputada en el Congreso por En Comú Podem, y Laura Cañadas, consellera en el consistorio de la Ciudad Condal por Barcelona en Comú, coinciden en la urgencia de reformular el marco legal y jurídico. No obstante, Martín subraya que, aunque esto “sea esencial”, “ningún cambio profundo viene dado por un cambio legislativo”. La parlamentaria, uno de los pocos rostros políticos del país que se sumó al hashtag viral, recuerda “que tiene que haber un cambio cultural en lo que respecta a valorar la diversidad y a cómo vivimos la sexualidad”.

Por su parte, Uge Sangil, presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), ha explicado que el #MeQueer puede hacer ver a los políticos la importancia de aprobar cuánto antes la Ley de Igualdad LGTB+. “Hay que promover ese cambio social y esta ley es un complemento a ese cambio. Si legislativamente no tenemos ningún marco, es imposible exigirle al ministerio de Educación medidas preventivas contra el acoso escolar”.

La clave está en la educación, en tener referentes y en la autocrítica

Muchos tuits pedían a los profesores y profesoras que se dieran un paseo por el #MeQueer y leyeran lo que sucedía en las aulas.

“Efectivamente, que se lo den, pero sobre todo que se lo lean todos los heterosexuales. Hay demanda al profesorado LGTB+ [para que se ocupe de los casos de discriminación], pero esto es una cuestión de todo el mundo. Nadie tiene que permitir el acoso en el aula. Algo que nos puede dar el #MeQueer es pedir a la gente que se posicione. Independientemente de ser cis, trans o heteros, todos tienen que decir ‘esto no lo tolero en el aula’”, apunta Trujillo, que es profesora en la Universidad de Castilla-La Mancha.


Dentro del #MeQueer ha habido una gran representación de hombres blancos gais de clase media, tal y como apunta Galofré. “Echo de menos voces de bolleras, bisexuales, trans y gente migrante racializada y eso nos tiene que hacer pensar”, remarca Trujillo. Todas nuestras historias cuentan y todas nuestras voces son importantes, pero ambos inciden en que a veces quien sujeta el altavoz debe compartirlo y ceder su espacio a las otras siglas.

Lo mismo ha sucedido con las voces de personas migrantes LGTB+ que "se han quedado en la sombra por miedo a exponerse en las redes", según ha contado Rodrigo Araneda, presidente de ACATHI, una asociación que trabaja por la integración de refugiados gais, lesbianas, bisexuales y transexuales. Araneda espera que el movimiento surgido en Twitter pueda ayudar a visibilizar la retención de inmigrantes LGTB+ que tiene lugar en las fronteras de Ceuta y Melilla. "Esto muestra la xenofobia del Estado y el cuestionamiento constante que se hace a las personas LGTB+ y que no ocurre en cualquier otro colectivo. Estos aspectos muestran la falsa ilusión de que ciudades de acogida y países europeos como España son un lugar seguro", concluye.

A pesar de ello, una de las grandes conquistas del #MeQueer radica en que se han unido personalidades políticas. Ver a Ada Colau (Barcelona en Comú), Miquel Iceta (PSC), Jaime de los Santos (PP), Antonio Maillo (IU), Eduardo Fernánez Rubiño (Podemos Madrid) y al propio Ministerio de Interior compartiendo experiencias personales bajo el #MeQueer hubiera sido algo impensable hace tiempo. Este movimiento ha puesto de relieve más que nunca que la violencia que sufren las personas LGBT+ es transversal y nadie se libra de ella, pertenezca a la clase social que pertenezca o tenga las ideologías que tenga.

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