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Pañal blanco, pañuelo verde: la ruta por la vida de las mujeres argentinas

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De la Plaza de Mayo al 8-A, la lucha de 40 años por defender la vida y la democracia vive en horas un capítulo decisivo

Ignacio Pato

07 Agosto 2018 14:27

Liliana Herrera, de 22 años, es la última víctima del aborto ilegal en Argentina. Ha fallecido en la provincia de Santiago del Estero el mismo día en que el país ha conocido el cambio de opinión de Silvina García Larraburu. El giro de 180º —del "Sí" al "No", uno de cuyos lemas es "salvemos las dos vidas"— de la senadora del Frente para la Victoria puede ser clave en la votación de este miércoles. Para García Larraburu, se trata de un tema "politizado", "una cortina de humo para distraer la atención de los grandes temas urgentes", "un capricho de nene bien, poco acostumbrado a la frustración en su pelea con la Iglesia y el Vaticano" y cuyo resultado son "más grietas, más peleas, familias desunidas por este debate".

La negativa a las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo se impondría así al tener la mitad más uno de la Cámara Alta. Enfrente tendrá a miles de mujeres con pañuelos verdes.

La contraseña

El pañuelo verde no es verde por nada. Su origen hay que buscarlo en el XVIII Encuentro Nacional de Mujeres realizado en Rosario en 2003, cuando se adoptó un color que no podía ser asociado a ninguna otra causa política y que por el contrario sí remite a la esperanza o la salud. Uno de los lemas originales del movimiento era "Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal, seguro y gratuito para no morir”.

No fue hasta este año cuando ese verde se hizo hegemónico en las calles. La periodista Mariana Carbajal describía así su omnipresencia durante los días de la votación —ganada por 129 a 125 tras un debate de 22 horas— en el Congreso en junio pasado: "El pañuelo verde es símbolo y contraseña. Es guiño en el subte, en el tren, en la escuela. Es mostrar de qué lado de la historia queremos estar. En los últimos meses, como nunca, se vieron en mochilas escolares, cuellos, muñecas, carteras. Lo llevan famosas en la tele y desconocidas en la calle. Hoy, en esta jornada histórica, veo el verde en todos lados: es el único color que distingo. En los semáforos, en los números de los colectivos, en los molinetes del subte, en la cruz de las farmacias, en carteras, en gorros, en bufandas. Mi hija de 12 años me pidió uno para colgar en su dormitorio, entre peluches y mandalas. Amigas de ella me suplicaron que les consiguiera uno, que me lo pagaban".

Tampoco por nada es pañuelo el pañuelo verde.

El pañuelo es un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo, una de las experiencias políticas más asombrosas y transformadoras del último medio siglo. La lucha por el derecho a decidir en 2018 recoge el impresionante legado de las mujeres que miraron a los ojos a una de las peores dictaduras del siglo pasado preguntando dónde estaban sus hijos e hijas.

Aunque en origen era blanca, pero no un pañuelo, la prenda que las acabó simbolizando mundialmente.

Un pañal y 2103 jueves

Las Madres de Mayo nacieron ganando. Su primera ronda, el 30 de mayo de 1977, respondió a dos contrariedades: la cínica negativa de los militares a darles ninguna respuesta que no fuera evasiva o directamente mentira, y la prohibición del derecho de reunión.

Las primeras 14 Madres lo solucionaron fingiendo que paseaban en círculo en Plaza de Mayo, enfrente de La Casa Rosada. No llevaban pañuelo, sería solo en octubre de ese año, durante una peregrinación juntas a la ciudad de Luján, cuando decidieron tomar un elemento que las visibilizara y unificara a la vez. Al principio fue un pañal de tela blanca anudado sobre sus cabezas. Además de simbolizar a sus hijos detenidos y desaparecidos por la dictadura, todas ellas tenían uno porque en esa época se guardaba la primera muda del bebé. De ahí se pasó al pañuelo. Cada jueves a las 15:30 siguen haciendo sus rondas, en el momento de escribir esto llevan 2103.

Las Madres entendieron muchas cosas. Que no eran madres de manera privada, íntima, que les unía una desaparición que las hacía no ser la madre de uno, sino la de todos. Asumieron como propios los hechos de sus hijos. Socializaron la maternidad en un momento en que eran acusadas de haber "engendrado" terroristas. El mismísimo Videla dijo que "si se hubieran preocupado de ellos, [sus hijos] estarían vivos". Frente a la responsabilidad biológica individualizada y privada que la dictadura quería imponer a las Madres sobre sus hijos, estas tejieron un vínculo colectivo, público, político.

El juicio público a "las viejas locas" o "las locas de la plaza", como quiso llamarlas la dictadura, las emparenta directamente con el escrutinio moralista al que es sometida una mujer argentina que hoy tiene que pasar por una situación de embarazo no deseado.

De abuelas a nietas

Muchas de las Madres además buscaban a hijas que en el momento de ser secuestradas por la dictadura estaban embarazadas. Nacían así la doble militancia como Abuelas de Plaza de Mayo, y años más tarde la agrupación Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.).

Mostraron una altísima inteligencia estratégica cuando le tomaron la palabra a Videla. "No están vivos ni muertos, están desaparecidos. No están, no existen", dijo el genocida. Pero si no estaban muertos, entonces tenían que aparecer con vida. Ahí nació la exigencia de las Madres "aparición con vida". La figura legal del desaparecido no existía en la ley argentina -a eso se agarraba la junta militar- y las Madres comenzaron a rechazar las exhumaciones de cuerpos sin identificar porque a partir de ahí empezaba el plazo de prescripción del delito. "Nuestros hijos no son cadáveres", dijeron. "Vivos se los llevaron y vivos los queremos". Politizaron el eterno duelo. Otra victoria fue la creación del Banco Nacional de Datos Genético, en 1987, mediante el establecimiento científico, vía ADN, de un Índice de Abuelidad para encontrar al medio millar estimado de bebés robados y dados a familias afines a la dictadura. Hoy ya son 128 los nietos y nietas recuperadas.

Paralelamente a esta lucha fundamentalmente de mujeres fue tomando impulso el movimiento feminista argentino. El sacrificio de las Madres y Abuelas que plantaron cara a los milicos se fundía con cierta naturalidad con una nueva generación que acabó celebrando la Ley del Divorcio (1987) a la par que lamentaba las leyes de impunidad de Punto Final y Obediencia Debida ese mismo año bajo la presidencia de Raúl Alfonsín.

Uno de sus momentos álgidos había sido el primer 8 de Marzo en democracia, en 1984, cuando miles de mujeres salieron a la calle a gritar que "el placer es revolucionario", a denunciar que "machismo es fascismo", a exigir "igual salario por igual trabajo" y a enarbolar no pocos mensajes que ligaban la lucha feminista a la oposición a las atrocidades de la dictadura, como "violación es tortura".

La imagen de María Elena Oddone subiendo al monumento a los Dos Congresos con la pancarta "No a la maternidad, sí al placer" se hizo icónica.

"No más muerte por aborto" fue otra de las consignas de aquel 84. Desde aquel reestablecimiento de la democracia hasta hoy han muerto más de 3.000 mujeres como consecuencia de abortos inseguros.

Hoy el Ministerio de Salud reconoce cifras de hasta 450.000 gestantes que interrumpen el embarazo cada año, una cada minuto y medio. En 2016, último año del que se tienen datos, 43 mujeres perdieron la vida durante el proceso. El último caso, el de Liliana Herrera, confirma que no hay #NiUnaMenos si no hay aborto legal.

El miedo juega en contra de la vida pero por momentos el muro cae. Cientos de mujeres lo han tirado en las últimas horas contando sus casos en el hashtag #YoAborté. Algunas lo han hecho en nombre de familiares o amigas que no pueden hacerlo porque precisamente eso les costó la vida.

La legalidad del aborto es también una cuestión de clase. Por más que la senadora que ha cambiado su voto del "Sí" al "No", García Larraburu, diga que "la gente pobre no aborta", lo cierto es que el Misoprostol, el medicamento más usado y eficaz para interrumpir el embarazo, ha aumentado su precio un 23% en el último año. Una caja de Oxaprost, la marca con la que el laboratorio Beta comercializa las pastillas en Argentina, cuesta 3.200 pesos, unos 100€, una tercera parte del salario mínimo. Un aborto clandestino puede dispararse, denuncian algunas mujeres, hasta los 7.000 euros.

El actual movimiento feminista argentino no puede entenderse sin la lucha por la democracia, en un país en el que el zarpazo fascista las hirió especialmente a ellas. Que actualmente pueda verse la muestra interactiva Células Madre, sobre el movimiento en los ochenta, en el recuperado centro de tortura de la ESMA no es casualidad.

Los feminismos argentinos tienen además una amplísima horquilla de edad. Hay legado y hay futuro.

Nelly Minyersky, abogada de 88 años apartada de su trabajo por la dictadura, se mezcla en las plazas con chicas de instituto. Las más jóvenes no se quedan atrás en emular las batallas ganadas por sus mayores. No hablamos solo del "Sí" en el Congreso en junio. También de la instauración del término antiderechos para referirse a unos contrarios al derecho a decidir más cómodos bajo el manto positivo de la etiqueta pro-vida. "Salvemos las dos vidas" es uno de los lemas del bando de color celeste, aunque casos como el de Liliana Herrera demuestran que el argumento es, como mínimo, problemático.

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