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Por qué las leyes antiprostitución solo crean más violencia

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El asesinato de Vanesa Campos en París pone el foco sobre los modelos que penalizan al cliente y condenan a las trabajadoras sexuales a una mayor clandestinidad y mayores riesgos

anna pacheco

01 Octubre 2018 14:53

Vanesa Campos fue asesinada el pasado 16 de agosto en París mientras trabajaba. Unos ladrones intentaron robar a un cliente suyo. ¿O era a ella? No está claro. Murió abatida por disparos. Vanesa tenía 36 años y era trabajadora sexual y era peruana. Murió tirada, sola, en un arbusto en el Bois de Boulogne, un parque en el oeste de París. Sus compañeras intentaron rescatarla —al grito de “¡Todas!” se activa un protocolo de seguridad organizado por todas las compañeras—, pero ese día no pudieron hacer nada para salvar la vida de Vanesa.

Su asesinato ha puesto en alerta a los colectivos de trabajadoras sexuales en Francia. ¿La muerte de Vanesa se podría haber evitado? ¿La muerte de Vanesa ha sido auspiciada por una regulación que penaliza a los clientes, y por ende, a las trabajadoras?

En el 2016, Francia implementó una normativa de regulación que atribuye la responsabilidad al cliente que paga por sexo. La normativa contempla multas de hasta 1.500 euros para los clientes. El problema es que este modelo, de inspiración sueca, repercute, en el fondo, en la seguridad de las trabajadoras. El modelo reduce el número de clientes, pero esto también supone que las mujeres se ven obligadas a trabajar más para conseguir un salario digno, en peores condiciones y a aceptar clientes que de otra forma rechazarían.

“Multar a los clientes es multar a la trabajadora. Pensemos adónde va ese dinero: a las arcas del estado. Por definición, el proxeneta es que el se queda con una parte de lo que ganan las trabajadoras, así que podemos decir que el estado es ahora mismo el mayor proxeneta” (Concha Borrell, secretaria general del sindicato OTRAS)

“Multar a los clientes es multar a la trabajadora. Pensemos adónde va ese dinero: a las arcas del estado. Por definición, el proxeneta es el que se queda con una parte de lo que ganan las trabajadoras, así que podemos decir que el estado es ahora mismo el mayor proxeneta”, explica Concha Borrell, secretaria general del sindicato de trabajadoras sexuales OTRAS.

Según un reportaje del The New York Times, desde que esta normativa entró en vigor las trabajadoras sexuales tienen que recurrir a espacios inseguros para garantizar la protección del cliente, quien se siente con la potestad de exigir “más” debido a que la carga de la multa recae en él. También, según este reportaje, las trabajadoras están aceptando a clientes que antes tenían en la “lista negra”.

Borrell crítica duramente el modelo francés (que imita supuestamente a la “utopía sueca”). “En realidad, Suecia ha vendido un modelo idílico para exportar. Pero a lo único que contribuye es a una mayor clandestinidad, a que haya más mafias, se bajan los precios y la trabajadora pierde capacidad de negociación con el cliente. Si todo es más precario, hay más abuso”, razona. La activista considera que estos modelos, sobre todo, buscan eliminar a las trabajadoras sexuales, no penalizar al cliente.

Según datos del Ministerio del Interior de Francia, unos 2.800 clientes han sido multados desde que la normativa entro en vigor durante el mandato de François Hollande. Aunque el propósito de este tipo de modelos es ahuyentar al cliente y reducir el trabajo sexual, a la práctica —y para la mayor parte de asociaciones pro trabajo sexual— el modelo solo conlleva más violencia para las mujeres. “¿Qué iba a hacer sino Vanesa en un bosque?”, se cuestiona Borrell. Para esta activista, el asesinato de esta trabajadora sexual, además, ha sido pasado por alto en buena parte de la prensa. La víctima era peruana y, además, transgénero. “Hay racismo, hay transfobia y hay putofobia”, deja claro el comunicado de Aprosex.

La trabajadora sexual y activista Shirley McLaren, que ha seguido el caso de cerca desde España, también cree que hay irregularidades en todo este caso. "Efectivamente, el ayuntamiento de París y las autoridades francesas aún no han aclarado el hecho de la bala encontrada en el cuerpo de Vanesa corresponda a un arma reglamentaria. Lamentablemente no contamos con mucha más información, pero habría que empezar a exigir responsabilidades políticas"

“Creo que hay una cosa que ha pasado muy desapercibida y a mí se me siguen removiendo las tripas. Se dijo que la bala encontrada en el cuerpo de Vanesa pertenece a la pistola de un policía. Yo quiero saber por qué había una bala de un policía en el cuerpo de Vanesa Campos”, denuncia Borrell.

La policía francesa detuvo a ocho hombres acusados del asesinato de Vanesa el pasado 21 de agosto. De esos ocho, cinco fueron imputados por asesinato y robo, según Le Monde. Estos formaban parte de una banda criminal organizada que ya era bien conocida por las mujeres de la zona y que se dedicaban a robar o agredirlas. La versión oficial aseguró que los acusados habrían robado la pistola de un coche de policía días anteriores al asesinato. Pero tampoco hay constancia de una mayor elaboración de esta hipótesis y las autoridades tampoco prestaron una declaración oficial al respecto.

La regulación de la prostitución ha sido y sigue siendo un tema candente. Recientemente, el diario The Independent publicó un artículo en el que revelaba que su despenalización en Holanda no era ni mucho menos un modelo ideal. Los últimos informes revelan que, si bien es enormemente lucrativo para la ciudad, también fomenta la trata de personas. Según datos del gobierno, en torno al 90% de las trabajadoras en el emblemático barrio rojo son “víctimas de trata”. Muchas de ellas llegan engañadas pensando que se convertirán en bailarinas.

Borrell lo tiene claro: “El modelo de Holanda no nos interesa para nada, ni el alemán. Estos modelos cuidan al empresario y nosotras aspiramos a mejorar las condiciones de las trabajadoras. El modelo holandés, además, es tremendamente racista y clasista”. Desde 1998, año en el que se legalizó la prostitución, las populares vitrinas del barrio rojo quedan restringidas, a la práctica, a mujeres con nacionalidad holandesa o, en todo caso, de la Unión Europea. Muchas mujeres inmigrantes son discriminadas en este marco.

¿Qué propone el modelo neozelandés?

Para Borrell el modelo neozelandés es ahora mismo el más completo. “Aspiramos a mejorarlo”. El modelo neozelandés contempla desde el 2003 la prostitución como un trabajo cualificado. Este sistema fomenta la autogestión, pero también se fija en los derechos de las mujeres prostitutas que trabajan por cuenta ajena. “Es imposible pensar que no habrá trabajadoras por cuenta ajena porque no todo el mundo quiere ni puede gestionar sus propias fotos, las llamadas, la publicidad. Siempre habrá industria, no podemos pedir a todas las mujeres que sean buenas comerciales. Tampoco lo pedimos con cualquier otra profesión”.

McLaren también ve con buenos ojos este modelo. "No se criminaliza ni la venta ni la compra de servicios sexuales y se tiene en cuenta a los colectivos de trabajadoras para realizar los cambios pertinentes. Evidentemente no es un modelo perfecto, pues excluye a las personas migrantes, pero es el menos malo de todos los modelos existentes".

El modelo neozelandés aboga por regular la actividad, mejorar los contratos de las trabajadoras e incluir un convenio específico que se adapte a sus necesidades y haga su trabajo más seguro y confortable. Por ejemplo: reclaman que se estipule descanso de la actividad trabajo los días de menstruación debido al mayor riesgo de contraer hongos. “Necesitamos que la industria se baje los pantalones y empiece a respetar a las trabajadoras”, explica. Borrell recuerda, además, un aspecto clave: “Se suele decir que en España la prostitución es alegal, pero eso es una falacia. Todo aquello que no es ilegal es por, definición, legal. Así que la prostitución es legal en España, otra cosa es que hagan nuestra actividad imposible a base de ordenanzas municipales y Ley Mordaza”.

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