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Sports
Argentina pierde contra un país inventado por Netflix y nosotros reconstruimos el camino del insulto argentino en su escalada hacia la cima de la cultura popular en español. En el origen está en una noche negra contra Venezuela y un "farlopero del orto"
18 Junio 2018 12:12
Ha habido tres tipos de reacción ante el accidente que Argentina tuvo el sábado contra Islandia.
Una, la de los aficionados argentinos que vieron el pequeño drama presentes en el estadio del Spartak. Y "pequeño" es el adjetivo adecuado para el drama: la mayoría de los entrevistados al salir del partido coincidían en un mensaje. Es el primer partido, y aunque hagan falta cambios concretos, se enderazará.
Dos, la de los comentaristas más populares. Liberman, famoso por sus andanadas anti-Messi, quiso enfriar esta vez y se mostró más duro con Caballero, Biglia o Di María. Arcucci habló de lógica en las propuestas iniciales de Sampaoli pero también de peso añadido en la mochila que ya traía pesada Argentina. "Biglia intentó ser Lo Celso, con Lo Celso en el banco", dijo. Hasta Maradona echó un cable a Messi diciendo que él también falló cinco penaltis seguidos.
Y tercera, la de los insultos en redes hacia los jugadores y Sampaoli. El insulto "argentino" o mejor dicho "a la argentina", con todas las comillas del mundo, se ha hecho mainstream este fin de semana.
El camino hasta llegar aquí comenzó seguramente en una noche negra en el Monumental contra Venezuela. Previa de rock callejero e infame empate a uno final. Cara de lunes y algún señalado en particular:
Aquel tuit contra Banega cruzó el charco. En España reíamos, aunque en Argentina estaban entre el puteo y el antidepresivo.
Meses después, en marzo, llegó el amistoso España-Argentina. 6-1, y si para algo sirvió ese partido fue más para el enfado de los segundos que para la alegría de los primeros. Higuaín se convirtió en un "terrorista de choripanes", un "arruinador de alegrías" o un "cementerio de canelones". Sampaoli en un "flequillo de carne", "un tobogán de piojos" o un "hijo de un sistema solar rebosante de putas". Además, medio mundo descubrió la rotundidad de descalificativos clásicos como "forro" o "salame". Preferiblemente en mayúsculas y porque no las había más grandes.
Crueles, pero con 4 características que hacían presagiar su éxito. Capturaban el calor del momento, eran suficientemente grotescos, no parecían un disparo hacia alguien en situación de inferioridad social y eran obra de otros, con lo que no había peligro de mancharse las manos de crueldad. "Cómo son los argentinos" era la síntesis recurrente.
El fenómeno quedó larvado hasta el empate contra Islandia. Solo aparecer trajeado, Sampaoli ya se convirtió en un "borracho en el carnaval carioca a las 6 de la mañana" o un "pelado del Mal". Caballero en un "cementerio de peines" e Islandia un país en el que "solo comen licor del polo", un país "inventado por Netflix para hacer una serie sobre vikingos".
Messi era "la congeladora más grande del mundo", un "tobogán de hormonas", pero también un hombre "con tatuajes de cromos de Bollycao", una referencia española y no argentina.
Las notificaciones ardían para algunos, que pedían tregua.
Lo cierto es que no solo fueron argentinos los que el sábado trataron de construir "insultos argentinos". Se hicieron hilos recopilatorios y se crearon generadores de insultos a Higuaín -a pesar de salió de suplente- como este.
Cualquiera funciona. El insulto argentino se ha hecho mainstream. Veremos cuánto tarda en quemarse.
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