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Sports
La Conmebol se lava las manos y prefiere convertir el River-Boca en un producto Champions League
30 Noviembre 2018 13:39
Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, confirmó ayer a última hora la noticia que Pedrerol adelantó en su informativo: el River-Boca de la Superfinal de la Libertadores se jugará en el Santiago Bernabéu el próximo 9 de diciembre.
Desde la organización defienden que Madrid es un escenario perfecto porque es la décima ciudad más segura del mundo y España es el país extranjero con la mayor comunidad argentina.
Esos argumentos no convencen a nadie, y mucho menos a los argentinos. La mayoría opina que un River-Boca no pinta nada en Madrid. La que probablemente sea la mejor final de la historia de la Libertadores ha acabado siendo desterrada tras una violenta vergüenza mundial y pasará a la historia por ser la primera vez en 58 años que se juegue fuera del territorio sudamericano.
Si los incidentes se debieron a asuntos de corrupción interna con las entradas, ¿no sería lógico que sea en ese ámbito en el que se resuelva el problema de la final de la Copa Libertadores?
Final de la CONMEBOL Libertadores 2018 se jugará el domingo 9 de diciembre en el Santiago Bernabéu de Madrid.
— CONMEBOL.com (@CONMEBOL) 29 de novembre de 2018
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Más que una solución para erradicar el problema, es un triste intento de transformar la Superfinal en un evento Champions League llevándosela a 10.000 kilómetros de Buenos Aires.
Si la imagen de Argentina quedó destrozada tras el incidente del autocar de Boca, el partido en Madrid es la puntilla. Ya hay preocupación por lo que suceda en las calles bonaerenses cuando acabe el partido -el desfile de los equipos en el aeropuerto incluido-, pero lo peor puede pasar en el próximo Boca-River que se juegue en Argentina. El rencor por los aplazamientos y la usurpación europea provocan grietas demasiado grandes.
Todo esto sin contar que la Conmebol ha creado el escenario perfecto para que aflore la xenofobia antiargentina. Ayer mismo varios programas salieron a las calles para preguntar a los madrileños qué les parecía que se jugara el partido en el Bernabéu y muchos estaban en contra porque los aficionados que pueden venir desde Argentina "son unos salvajes" y que "van a destrozar el estadio", haciendo gala de unos prejuicios futbolísticos y culturales que provocan arcadas.
Ninguno de ellos se ha parado pensar qué pasaría si un Barça-Madrid en una final de Champions que se jugara en el Camp Nou fuera trasladado por la UEFA a Sudámerica. O quizás sí, pero están tan intoxicados por el modelo del fútbol-negocio que lo verían aceptable. Porque la externalización del River-Boca también se ha convertido en la oportunidad perfecta para vender el producto de la Libertadores around the world y la Conmebol ha sabido cómo jugar sus cartas.
Por el camino se han llevado por delante las ilusiones de millones de personas. Decenas de miles ya tenían su entrada para el Monumental y ahora se han quedado con una mano delante y la otra detrás, a pesar de que Rodolfo D'Onofrio -presidente de River Plate- ya ha anunciado que su intención es devolverles el dinero -también está presionando para que tengan preferencia si desean comprar tickets para el partido de Madrid, aunque las entradas estarán a la venta para todo el mundo-.
Sin embargo, nada paga el tiempo que han perdido estos, además de aniquilar la posibilidad de asistir al partido a los que no pueden pagarse el viaje. Incluso los que sí pueden, seguramente deberán elegir entre asistir al Mundial de Clubes en Abu Dhabi o la Superfinal. Se mire por donde se mire, todas estas decisiones han acabado por formar uno de los mayores sinsentidos de la historia del fútbol, cortesía de la Conmebol.
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