Incluso en casos interespecie, ese instinto de protección a los más pequeños pesa más que la desconfianza
Los seres humanos, especialmente los desinformados y aquellas ramas que por algún problema en su educación o sensibilidad no aceptan la belleza y la magia de las mascotas, alimentan la leyenda urbana de que los perros odian a los gatos y estos, a su vez, temen a los perros.
Por supuesto que esto puede ocurrir, especialmente cuando son criados en la calle o en un entorno rural sin restricciones. Pero todos los que han tenido perros y gatos bajo el mismo techo saben que, con excepciones, bajo la debida educación y convivencia, se gustan, se quieren y se cuidan. Y es más que posible que, en las relaciones de dominio que establezcan, el gato prevalezca sobre el perro.
El vídeo que aquí vemos muestra un caso de extrema belleza: una camada de gatos que fue abandonada a su suerte fue entregada a los cuidados de esta bella husky de clara mirada.
La perra no solo los aceptó, alimentó y cuidó, sino que, como puede verse, muestra su paciencia ante estos siete tragones que le van a exigir todo lo que implique maternidad y que este amable animal lleve en sus genes.
El cuidado y la alimentación entre especies distintas, especialmente cuando una es cría o recién nacido, es otra de esas situaciones más comunes de lo que creemos y que nos muestran el mejor aspecto de la madre Naturaleza: gatas que nutren ardillas (algo particularmente llamativo por ser estas últimas, roedoras), pavos que cuidan de gansos… e incluso ejemplos aun más sorprendentes, como el caso de un cachalote adoptó a un delfín deforme que llamó la atención por su singularidad y sus connotaciones de empatía y solidaridad. Como dijo el testigo y comentarista de Reddit, Fallapoo, “ha sido como ver una película de Disney en vivo.”
Pero estadísticamente las perras se llevan la palma en cuanto a generosidad a la hora de sacar adelante a los más pequeños, sean de quien sean. Se han conocido casos de cánidas que alimentan cabritillos, monos, canguros e incluso búhos. Su forma de cuidar y pastorear a las crías humanas puede verse en buena parte de los hogares de este planeta.
Por usar un término que puede provocar sorpresa, pero que es muy apropiado: los animales adoptan. Hay estudios que muestran que la adopción entre animales de la misma especie es algo instintivo, la propia noción de pervivencia escrita en los genes y hasta animales tan esquivos como los felinos lo hacen. Incluso en casos interespecie, ese instinto de protección al joven pesa más que la desconfianza. Pero puede existir incluso un aspecto de buscar mayor seguridad en el grupo acogedor, como en el citado caso del delfín y los cachalotes: su compañía puede ayudar a presentar más resistencia o engañar a depredadores marinos de los citados cachalotes.
Sea por justificable interés, sea por programación genética o quizá, quién sabe, por bondad, estos comportamientos nos confortan, alegran y hacen recuperar la confianza incluso en nuestra propia especie.
