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Artículo ¿Díaz Ordaz presidente? El audiovisual mexicano frente a las elecciones presidenciales Culture

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¿Díaz Ordaz presidente? El audiovisual mexicano frente a las elecciones presidenciales

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La libertad del diablo
 

Desde la Academia hasta el underground: hablamos con algunas voces de la industria audiovisual mexicana sobre las elecciones que marcarán el próximo sexenio del país

víctor parkas

02 Junio 2018 06:00

Dentro de un mes, las mexicanas y mexicanos decidirán el futuro de su país frente a unas urnas, en unas elecciones federales que marcarán el devenir de país durante el próximo sexenio. A elegir, los candidatos Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade, y sus programas. Con sus programas, distintos modos de enfocar la gestión cultural desde la instituciones.

Mientras el gabinete de Obrador cree necesario hacer una redistribución de la cultura, el de Anaya apuesta por una descentralización de los centros de difusión de la misma. “La cultura debe ser incluyente, participativa y reafirmar la pluriculturalidad”, abogó en un debate Beatriz Paredes, en nombre de José Antonio Meade. La comunidad cultural, pero, no parece conformarse con las promesas de los candidatos: “El cine debería estar incluido en la canasta básica de productos a los que cualquier ser humano tiene derecho”.

Everardo González me atiende por teléfono a su regreso de Ecuador, país que acaba de dedicar una retrospectiva al director mexicano, autor de documental La libertad de diablo. “Me parece importante que, gane quién gane, pueda vincularse el ministerio de Educación con el de Cultura, porque considero que debemos dar a nuestros niños formación cinematográfica desde la primaria, desde que son chiquitos, y enseñarles que el cine puede ser algo más que un espectáculo”.

González no esconde sus preferencias: “Escuché todas las propuestas, pero quizás comparto más las ideas de López Obrador. También comulgo con su política social, no así lo que propone en economía; no puede decirse que sea un convencido absoluto de ningún candidato. Dicho esto, si voto, votaré por Obrador”. Sobre la descentralización que proponen desde el equipo de Anaya, Everardo señala que “el problema de descentralizar abriendo espacios es que, si no hay una política de formación de públicos detrás, medidas que velen por la audiencia, lo que tendemos serán centros culturales vacíos”.

Con su aclamada La libertad de diablo, González hacía un retrato sobre el impacto de la violencia en México, narrada por víctimas y victimarios. “No creo que un cambio de gobierno genere por sí mismo un aminoramiento de la violencia”, lamenta el director, “pero sí creo en la cultura como herramienta de pacificación, que es algo que este país necesita: conocer otras posibilidades de vida”. En La libertad de diablo, todos los testimonios se dan tras una misma máscara, unificando así los distintos relatos; paradójicamente, mi charla con Everardo acabará abocada a los peligros de personalismo.

La libertad del diablo (Everardo González, 2017)

“El culto a la personalidad ha sido el gran error de la política latinoamericana, porque se ha apostado por el caudillismo antes que por una definición de proyecto nacional”, dice el director, de una lacra que también está afectando a las elecciones mexicanas. “Me da la sensación que la gente se está dejando guiar por la personalidad de los candidatos a la hora de apostar por ellos, y eso es un error: miremos qué gabinete propone cada cual y qué programa político tiene detrás cada uno”.

De entre los programas políticos urgentes, Everardo cree que hay que luchar por un comercio justo en lo referente a cuota de pantalla, repartida de forma muy desigual entre cine nacional y las películas importadas de Estados Unidos. “Es imposible competir en igualdad de condiciones con el cine americano. No solo es una cuestión de espacios dónde exhibirlo, sino de espacios dónde comunicar que ese cine existe. Cuando llegó Infinity War, se quedó con más de un 90% de pantallas, poniéndoselo muy difícil a películas en cartelera entonces, como Sueño en otro idioma”.

Sueño en otro idioma es un filme dirigido por Ernesto Contreras, actual presidente de la Academia Mexicana de las Artes y las Ciencias Cinematográficas (AMACC). “Hay una desigualdad de condiciones entre la exhibición de nuestro cine con respecto a la de cine americano. Para nada estoy en contra de estas grandes películas de superhéroes, ni de las distribuidoras que apuestan por ellas, pero necesitamos una legislación para que el cine que produce México pueda llegar a su público”.

“Muchas veces”, continúa el presidente de la Academia, “perdemos de vista que, como público, al cine no sólo es una cuestión de elegir qué película quieres ver, sino que es una actividad atravesada por políticas públicas: deberíamos tener derecho, más allá de la cartelera, a elegir qué tipo de oferta queremos”. Contreras hace números: de un centenar y medio de películas producidas en México el pasado año, solo la mitad tuvieron una vida comercial. “Es un cine que está atrapado”, lamenta el académico.

Sueño en otro idioma (Ernesto Contreras, 2017)

Sobre la piratería, y aunque el presidente la reconoce como un problema innegable, confiesa grato encontrarse con sus películas antiguas en la red y al alcance de mucha gente. “Es algo que, como puro creador, me beneficia, aunque únicamente sea en el sentido de que mi trabajo está llegando a un público que quizás, de otra forma, no podría consumir estos títulos. No puedo decirte que esté a favor, pero sí supone una forma de consumir mucho cine mexicano que, por ejemplo, no tiene la oportunidad de llegar a salas”.

Sueño en otro idioma, la película más reciente de Contreras, habla de la desaparición de una lengua indígena; como excusa, es perfecta para sacar a colación a Marichuy, la candidata nahua que intentó concurrir a las elecciones, sin conseguir los apoyos suficientes para ello. “Le faltó poco para lograrlo, y su historia nos hizo reflexionar a todos”, considera el presidente. “Hay diversas iniciativas para estimular que la comunidad indígena pueda participar de la industria cinematográfica”, asegura, “pero siguen siendo pequeñas luchas, pequeñas trincheras, y todavía queda mucho trabajo por hacer”.

En las antípodas de la Academia, en el audiovisual más underground encontramos interlocutores en Santiago Espejo y Tony García, de ASCO Media. Aunque se definen como un medio de comunicación con “acercamientos absurdos a temas relevantes”, sus inasibles cápsulas de humor tienen un potencial narrativo que excede cualquier código deontológico periodístico. ¿Un buen ejemplo? Están cubriendo la campaña de un candidato que, ya no es que se presente a las elecciones, sino que está, directamente, muerto.

“Gustavo Díaz Ordaz es uno de nuestros presidentes más odiados”, aseguran desde ASCO, sobre el comandante de país durante el sexenio que va de 1964 a 1970. Representante de PRI, Díaz Ordaz fue el responsable de la Operación Galeana, una maniobra militar, en la que participaron grupos paramilitares, y cuyo objetivo era terminar con el movimiento estudiantil, en pie de guerra bajo inspiración de Mayo de 68. ¿Resultado? Entre 200 y 300 muertos, en una masacre que la Historia acabó bautizando como la Matanza de Tlatelolco.

“Díaz Ordaz es perfecto para hablar de la poca memoria que tiene nuestro país”, nos dicen desde ASCO, “¿cómo es posible que la gente siga votando a ese partido? ¿Cómo puede seguir funcionando el rebrandeo político que hacen cada seis años, y que a nadie le importe lo que hicieron en el pasado? Una de las maneras en la que quisimos hablar de todo eso fue a través de Díaz Ordaz, que no deja de ser una ridiculización de los candidatos reales que concurren a las elecciones”.

ASCO Media, que funciona como una pequeña agencia, tuvo un delicioso sleeper, una pastilla viralizable, que respondía al nombre de Machitos Arwenderos. Aliándose con ese icono queer que es Sailor Fag, ASCO construyeron una pieza musical para lanzarse al cuello de los trolls machistas. “En ciertos comentarios de la red, puedes percibir comportamientos de este tipo que están arraigados gente de nuestra edad”, dicen los responsables de ASCO, ambos millenials, “y lo peor es que vienen de gente que no entiende algo básico: lo que se dice en el plano virtual afecta en el plano real”.

Aunque la juventud es una pieza clave de estas elecciones —la población de entre 18 y 29 años representa un 27,3% de censo electoral—, el cliché de que se trata de un nicho con tendencia hacia la izquierda podría no cumplirse esta vez. “Para la gente joven”, dicen desde ASCO, “ser progresista, tener ideas de cambio, de avance social, es algo negativo. Con nuestros vídeos y contenidos queremos trasladar el mensaje contrario: que el progresismo es indispensable para poder crecer como sociedad”.

¿Algunos de los candidatos es representativo de ese progresismo? “Ninguno”, contestan. “El panorama es desalentador, pero eso también supone una oportunidad para que aparezcan nuevas voces, nuevos movimientos”.

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