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‘Por trece razones’ también tiene su propia Manada

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Por qué la dictadura del falo ha ensombrecido el regreso de ‘Por trece razones’

Rubén Serrano

25 Mayo 2018 09:43

La segunda temporada de Por trece razones podría haber estado inspirada perfectamente en el caso de La Manada. El regreso del buque estrella de Netflix prometía una revolución al centrar la mayor parte de su trama en torno a la cultura de la violación, pero, sin embargo, sus intenciones se han quedado a medias tintas y en agua de borrajas. El mensaje que pretendía dar ha quedado ensombrecido por un tono adoctrinador y poco didáctico, en el que los hombres y una masculinidad corrosiva les han comido todo protagonismo a quienes en realidad teníamos que escuchar: a las adolescentes.

En cierta forma, la ficción ha intentado solucionar uno de los tres problemas endémicos que había expuesto en la primera temporada: acoso escolar, suicidio y agresiones sexuales. Con su vuelta, Por trece razones le ha dado voz a las víctimas para que cuentan su historia y denuncien como fueron violadas por sus compañeros de clase, amigos e incluso novios. No obstante, al igual que sucedió con la víctima de La Manada, Hannah Baker, Jessica Davis, Nina y Chloe no han salido bien paradas.

Si algo hay que agradecerle a la serie es que describa la realidad sin tabús ni eufemismos, que utilice la palabra "violador" para señalar a los culpables y que lance un grito de "no estás sola" y "no fue tu culpa". Nunca antes una ficción -teen para más inri- le ha hablado tan claro a los espectadores sobre las agresiones sexuales entre jóvenes; y ese es su gran triunfo.

Jessica David, una de las víctimas. / Netflix

Así se crea una manada

Una de las piezas clave de la temporada es el juicio de los padres de Hannah contra el instituto Liberty, al que acusan de no ayudar a su hija cuando les confesó el bullying que sufría y que Bryce Walker, líder del equipo de futbol del centro, la había violado. Quizá el objetivo de la serie era mostrar de forma verosímil cómo funciona la justicia pero, sin embargo, la humillación y el trato lleno de moralina que reciben las víctimas no ayuda en nada a concienciar sobre el tema.

Los paralelismos de Por trece razones con el juicio de La Manada son escalofriantes: hombres que graban en vídeo como violan a sus víctimas, condenas que ellas consideran injustas y la opinión pública insuficientes y una campaña de acoso y derribo contra las jóvenes en las que se utiliza su vida privada para presentar una imagen de chicas fáciles, sueltas y celosas para desacreditarlas. La serie nos lo cuenta y nosotros lo vemos y nos enfadamos en nuestro sofá, pero ya está. Una ficción que se enorgullece de iniciar esta conversación ha fallado en lo más importante: criticar abiertamente como el sistema protege a los agresores. Por la forma que tiene de exponerlo, parece que las víctimas siempre tienen las de perder, los hombres las de ganar y nadie puede impedir este fatal destino.

La respuesta que tuvo el instituto con Hannah y Jess también fue desoladora. El centro falló claramente a la hora de responder por ellas y las dejó desprotegidas, ya que no dudó en poner sus versiones en entredicho mientras que en ningún momento cuestionó a los agresores. El hecho de que director, entrenador y profesores hicieran la vista gorda ante el bullying que invadía los pasillos, hizo que los jugadores del equipo de fútbol tuvieran via libre para hacer lo que quisieran. Gozaban de impunidad, por eso Bryce, Montgomery y Scott empezaron a actuar como una auténtica manada.

La ira, la otra gran protagonista de la serie. / Netflix

Proteger la hermandad

Lo que caracteriza a cualquier manada de hombres es que los miembros se protegen entre ellos. Por trece razones indaga en una de las ideas principales de The Hunting Ground, el documental en el que participó Lady Gaga sobre violaciones en los campus universitarios de EE.UU.: los varones crean unos lazos de lealtad indestructibles y, en el momento en el que hay alguna grieta o alguno de ellos corre peligro, entonces optan por cerrar filas para proteger su hermandad. Justamente, eso es lo que hacen los aliados de Bryce: encubrirlo porque son tan culpables como él de acoso, abuso y agresión sexual.

La Manada del Liberty tenía a su disposición “El club”, un espacio dentro del colegio en el que ellos marcaban las reglas, lo que les permitía tener el poder y el control absoluto sobre sus víctimas a base de intimidación y coacción. Allí llevaban a las chicas para emborracharlas, drogarlas, toquetearlas y violarlas mientras les sacaban fotografías; algo que hicieron de forma repetida y continuada durante años. “El club” es la máxima representación de la cultura de la violación: todos eran conscientes de lo que estaban haciendo y todos se callaban para tapar con su silencio los crímenes que cometían.

La dictadura del falo empaña casi cada escena de la serie para mostrar la peor cara de la masculinidad. La única forma que los hombres y los chicos tienen de solucionar sus problemas en la serie es con la ira, la rabia y los puños: desde el orientador escolar hasta los estudiantes (Tony, Tyler, Zack, Scott, Bryce, Alex, Justin, Montgomery); no se salva ni uno. Esa obsesión por actuar como un hombre va muy ligada a la necesidad de reafirmar que son valientes y que son personas a las que deben temer. Así, harto de que no lo tomen en serio Tyler descubre el placer y el poder que siente con una pistola en las manos, un aviso del fatal desenlace que está por llegar.

Scott, otro de los miembros de La Manada de 'Por trece razones'. / Netflix

"Los chicos son así"

La batalla campal de chicos contra chicos en el instituto es la justificación definitiva de que “los chicos son así” (“boys will be boys”), es decir, los chicos por naturaleza actúan siguiendo sus impulsos y eso es así y no va a cambiar nunca. Sin duda, Por trece razones parte de un planteamiento erróneo para abrir la conversación que pretende abrir porque, si no se invita a la reflexión y se sigue cayendo en explicaciones reduccionistas, entonces las manadas seguirán guiándose por sus impulsos.

El punto álgido de la violencia llega al final de la temporada cuando tiene lugar una polémica escena que ya ha hecho que grupos de padres hayan pedido a Netflix que elimine la serie de su plataforma. La imagen está cargada de una brutalidad escalofriante e innecesaria que refleja que los hombres también pueden ser víctimas de violación y que cualquiera que se atreva a desafiar los privilegios de cualquier varón con poder puede pagar las consecuencias. Sin embargo, mostrar esta violencia gratuita no invita a remover consciencias, ya que, aparte de jugar con el dolor por el que pasan las víctimas, tan solo sirve para alimentar el drama y hacer que el espectador se quede con una imagen horrorosa.

Por trece razones ha desaprovechado una oportunidad para empezar a hablar seriamente de las agresiones sexuales. El morbo y el discurso aleccionador tan poco didáctico enturbia un mensaje necesario y positivo. La serie explora un feminismo de marca blanca que se queda reducido a dos o tres píldoras escondidas en una temporada en la que el privilegio del hombre gana por goleada. En un momento de la serie, una de las alumnas comenta: “Las chicas no se ponen a sí mismas en malas situaciones. Los chicos hacen que esas situaciones sean malas”. Sin darse cuenta, está remarcando el problema que ha tenido Por trece razones: Se ha centrado tanto en retratar ese comportamiento atroz, vil y cruel de La Manada del instituto que ha eclipsado cualquier posibilidad de abrir debate.

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