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Culture
Así intentó evitar el magnate de Hollywood que su historia fuera publicada
07 Noviembre 2017 18:30
Fueron tres los periodistas encargados de destapar al depredador sexual Harvey Weinstein: por un lado, Jodi Kantor y Megan Twohey en New York Times; por el otro, Ronan Farrow, con una pieza publicada en The New Yorker. Farrow no se detendría ahí: a principios de esta semana, el hijo de Woody Allen y Mia Farrow publicaba otro maratoniano reportaje, centrándose, esta vez, en la maquinaria que puso a trabajar Weinstein en pos de que su historia no saliese a la luz.
Y no: esa maquinaria no solo incluye abogados y juristas.
Según el artículo de Farrow, Weinstein habría contratado a Kroll y Black Cube, dos empresas que se presentan a sí mismas como “un selecto grupo de veteranos de los servicios de inteligencia israelí”, en el que se integraron tanto ex-oficiales del Mossad como de otros grupos de élite originarios de Israel. Espías, sí.
David Boies, abogado de larga duración de Weinstein, tilda de “error” el hecho de haber empleado a esas dos firmas. La factura por la colaboración con Kroll y Black Cube habría ascendido a los 600.000 dólares.
Tal y como cuenta el periodista, una agente de Black Cube habría tenido contactos con Rose McGowan, actriz de la que Weinstein abusó en 1997. La agente, que se habría hecho pasar por una abogada especializada en la defensa de mujeres, tenía como misión descubrir qué detalles pretendía publicar la actriz en Brave, su próxima autobiografía. ¿Los emolumentos por ello? 50.000 dólares.
Bajo el nombre de 'Diana Filip', abogada de 'Reuben Capital Partners', la agente de Black Cube decía ponerse en contacto con McGowan para colaborar juntas en un proyecto que combatiese la brecha de género en el espacio de trabajo. La misma agente, bajo el nombre de 'Anna', contactaría con Ben Wallace, un periodista que estaba trabajando en un reportaje sobre los abusos sexuales de éste. La agente, esta vez, se hacía pasar por una víctima del productor.
Las sospechas de Wallace aumentaron exponencialmente cuando se dio cuenta de que 'Anna' estaba más interesada en los detalles referentes al contenido de su reportaje que en contarle su propia historia. Cuando lo hizo, el periodista cayó en la cuenta de que era “un cuento de telenovela”.
Preguntados por su colaboración por Weinstein, Black Cube emitió un comunicado para decir que “en su política está no compartir la identidad de sus clientes con terceros, así como nunca negar ni confirmar cualquier especulación relacionada con el trabajo de la compañía”.
En el acuerdo que Weinstein tenía con ellos, Black Cube debía, en referencia a la pieza de The New York Times, “contribuir a que 'el artículo' no fuese publicado bajo ningún formato o plataforma”, así como hacerse con parte del libro de McGowan.
Kroll y Black Cube, a su vez, habrían contratado a freelancers para llegar a sus objetivos. Entre ellos, se encontraría Dylan Howard, el editor de National Enquirer. ¿Su misión? Desacreditar, desde su medio, el relato de actrices como McGowan.
“Weinstein”, reza el escrito de Farrow, “también habría utilizado a empleados de sus productoras para recolectar nombres y hacer llamadas, de acuerdo con las fuentes, de tono intimidatorio”.
La respuesta de Weinstein no se ha hecho esperar: a través de su representante Sallie Hofmeister, define el reportaje de Farrow como “ficción”. Él, aún así, defendió su trabajo en una entrevista concedida a Stephen Colbert. “Es de gran importancia”, dijo Farrow a Colbert, “que cualquier medio al que le llegue una evidencia de que se está llevando a cabo una actividad criminal se ponga a trabajar en el caso, lo investigue, hable con las fuentes adecuadas y lo publique”.
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