El pop puede curar las heridas que nos dejaron los demonios

¿Puede la ventanilla de un coche convertirse en un zulo? ¿Puede un clip de estética Sundance esconder negrura de cine de terror? El desenfoque en la piel de una niña, ¿no puede sino tener una intención dramática? Devil’s Calling es la forma que ha encontrado Roni Alter de sobreponerse a un trauma que arrastra desde muy pequeña, cuando lo vio.

Cuando vio al demonio.

“Tenía 8 años cuando conocí a aquel demonio”, escribe en un comunicado Alter. “Su rostro, su voz, el instante suspendido en el tiempo durante años, reprimido en un rincón de mi memoria. Gracias al #MeToo, gracias a la conciencia de nuestro tiempo y al poder inspirador de todos aquellos que levantan su voz, un despertar personal surgió en mi interior”.

“Mi propia historia salió a flote, con lo que me puse a escribir. La música y la letra se dieron la mano, como si fueran parte del mismo monólogo. La niña que era, la mujer que soy. Devil’s Calling es una historia real, que escribí para no tener que ocultarla por más tiempo. Para curarme. Para que otras personas como yo, deseo, puedan saber que no están completamente solos”.

La purga de Roni Alter recuerda a la que hiciese Jonathan Davis, en línea nu-metal, con la canción Daddy. El frontman de Korn escribió la canción para sobreponerse al abuso sexual que sufrió, también siendo niño, a manos de un vecino. La tragedia dentro de la tragedia: el dolor del que nace el tema fue la nula credibilidad que, al contárselo, le dieron sus padres.

El pop, sin embargo, no sólo puede servir para curar heridas propias. Con Till it happens to you, Lady Gaga no sólo puso música al documental sobre abusos sexuales a jóvenes The Hounting Ground, sino que también saldó una deuda familiar pendiente: su tía fue agredida sexualmente en la universidad, trance que le acabaría costando la muerte.

Pero, ¿qué ocurre cuando el dolor se vuelve rabia? Un año después de hacerse público el maltrato al que la sometió Chris Brown, Rihanna publicaba Man Down, una historia de venganza donde la figura abusiva es localizada y finada de forma violenta. “Rum-pum-pum-pum rum-pum-pum-pum”, dispara la cantante, directo al estribillo.

De las balas a “un cuchillazo en esa carne podrida de cerdos cabrones”, de Rihanna a Angèle. Dentro de esa maravilla que es Brol, el primer álbum de esta cantante belga, brilla con luz propia Balance ton quoi. Guiño a #BalanceTonPorc, el #MeToo francés, este himno anti-acosadores demuestra que la náusea, la furia, puede tomar muchas formas.

La combat-chanson es, únicamente, una de ellas.