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"Sería la hostia que Barcelona funcionara solo con cooperativas alimentarias"

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El renacer 'indignado' de las cooperativas de alimentos desde dentro: "Hay que cambiar tu pequeño espacio para que todo lo de arriba caiga. Convertir tu carro de la compra en tu carro de combate"

Marc Casanovas

11 Mayo 2018 09:40

No permiten que nada ni nadie cambie el orden histórico de las cosas. Quieren tatuar este mensaje ahí donde guardas el dinero: primero fueron las cooperativas alimentarias y luego llegaron los supermercados para quedárselo todo: “Los supermercados no existían en 1890. Los supermercados copiaron el modelo de éxito de las cooperativas alimentarias y no al revés. La diferencia principal entre un supermercado y una cooperativa de consumo es que en un supermercado compras y te vas. Piensa que hasta las cajeras cambian cada 15 días. En una cooperativa haces barrio y te sientes como en casa”, explica Úrsula Soler para PlayGround Food. Úrsula da voz a Flor de Maig (Flor de Mayo en catalán), la cooperativa que fue okupada por los vecinos del barrio del Poblenou antes de convertirse en polvo y escombros.

Fachada Ateneo Flor de Maig

La novedad es que se compraba al por mayor e incluso tenían moneda propia ¡Era como si tuvieran su propio banco! Eso les hacía completamente autosuficientes.

Úrsula (Flor de Maig)

Hoy, el nuevo edificio remodelado es una realidad y nos hemos colado para visitar las instalaciones antes que abra las puertas en octubre. “Hay que entender el poder simbólico de Flor de Maig”, insiste Úrsula. Era historia viva de la ciudad de Barcelona antes de que la dictadura franquista y las pocas ayudas de la administración durante la Transición lo condenaran a ser un edificio fantasma: “Piensa que no era sólo una cooperativa de alimentos. Era un punto de encuentro del barrio de Poblenou con tiendas, mercería, sastrería, horno propio, sedes repartidas por la ciudad e incluso una granja… La novedad es que se compraba al por mayor e incluso tenían moneda propia, ¡era como si tuvieran su propio banco! Eso les hacía completamente autosuficientes gracias a la contratación de empleados. No es casualidad que generara recelos entre los comerciantes de la zona”, dice.

Pero no hablamos de una cooperativa de consumo exclusivamente: “No se quería a gente analfabeta. Había cursos nocturnos y lo primero que se acondicionó fue una biblioteca. La gente estaba mucho más preparada que ahora en todos los aspectos. Trabajaban 12 horas y venían aquí a ayudar a todo el mundo. Ahora tenemos tantas comodidades que nos cuesta dar un extra”.

Úrsula en la puerta del renovado Ateneo Flor de Maig

Los supermercados copiaron el modelo de éxito de las cooperativas alimentarias y no al revés

Úrsula (Flor de Maig)

Un extra que Barcelona puso de nuevo a flote en 2011 con el movimiento 15-M. El llamado movimiento de los indignados fue el motor clave para entender la reactivación de todo el movimiento de asambleas en la ciudad y juntó muchas sintonías que iban por separado hasta la fecha. Fue la piedra de toque para fomentar la aparición de nuevas cooperativas de alimentos. Barrios como Sants, Gràcia y Poblenou lideran un rebrote del corporativismo para un consumo más responsable: “Hay lista de espera para acceder a las cooperativas alimentarias”, dice Úrsula al abrir las puertas con olor a pintura y barniz. “Sería la hostia que Barcelona funcionara solo con cooperativas alimentarias. De momento, queremos que todas las del barrio vengan a Flor de Maig para que dejen de pagar el alquiler de los locales”, dice Úrsula a sabiendas que es la partida donde se escapa la mayoría del presupuesto: “Hay que sentir el corporativismo para formar parte de esto. Aquí todo se decide por asambleas de los socios. No podemos bajar la guardia”.

Y uno de los grandes temas a debatir cuando Flor de Maig se ponga a funcionar a pleno rendimiento será la contratación o no de gente. Hay que tener en cuenta que las cooperativas de alimentos se basan en la confianza sin dinero a la vista. Si alguien incumple su parte del trato y se lleva algo de más se rompe el compromiso del colectivo para siempre: “Cuando en su día Flor de Maig creció fue inevitable tener a empleados a jornada completa. Es cierto que ahora vuelve a ser el gran tema de debate”.

Todo se decide por asambleas de los socios. No podemos bajar la guardia

Úrsula (Flor de Maig)

Este es un debate resuelto en la cooperativa de consumo responsable Mespilus que ya suma 10 años de vida en Poblenou. Adrià Llairó me recibe un miércoles a las siete de la tarde en la puerta metálica del local. Es día de recogida de cestas: “Somos una cooperativa de consumo de 40 familias. Nuestro modelo se basa en la confianza y como máximo podemos soportar a 42 familias porque todo el mundo tiene la llave y puede entrar y salir cuando quiera. Es esencial que todas las familias vayan a una y se impliquen. Aquí no se obliga a nada, pero hay que obligarse un mínimo a uno mismo. Por eso funcionamos por sistema asambleario”, dice Adrià.

“Estamos organizados en 3 áreas: El área de reparto de cestas que organizan las cantidades que cada familia ha pedido previamente, el área de facturación que factura a las familias a final de semana y el área de compras que son los que tienen relación con los proveedores”. Esta última e sea encargada de hablar con proveedores semanales (alimentos básicos), quincenales (productos vegetales, lácteos y carnes) y mensuales (conservas, mieles, chocolate) o bajo stock (cosméticos o detergentes). Lo que no encuentran de productores locales (chocolate, azúcar, café o cacao por ejemplo), lo buscan fuera y de comercio justo. Lo más novedoso es que todo se hace sin dinero a la vista: “Aquí nadie gana dinero. Todo lo que entra, sale por la puerta. Evidentemente hay que cubrir los gastos del local, internet y facturas de agua y luz. Esta cuota la repartimos entre todos los cooperativistas y varía según las familias afiliadas”.

Aquí nadie gana dinero. Todo lo que entra, sale por la puerta.

Adrià (Mespilus)

Adrià me muestra la cesta número 39. Es su caja repleta de alimentos frescos de todo tipo: “Aquí la comida no tiene margen de precio. Lo que nos cobra el productor es lo que se paga porque no hay intermediarios. Aquí he aprendido el precio real de los alimentos y que las frutas o las verduras no tienen que ser bonitas para estar igual de deliciosas. No tenemos los precios ridículos del supermercado porque nadie aprieta a los proveedores ni hay ofertas 2x1. No nos puedes comparar con el Mercadona. Allí todo es mucho más barato porque en ningún momento entra el juego la calidad del producto. Pero si te comparas con un Veritas o un Ametller Origen es mucho más barato”. Por eso Adrià no se ve otro sitio que no sea una cooperativa: “Me rompe el corazón si tengo que comprar en un supermercado. Entras en una dinámica donde eres mucho más consciente del consumo, del producto de temporada y no te sobra comida. Si me toca ir al supermercado, al menos quiero ir con un poco más de consciencia”. Y es muy consciente de que esto no es para todo el mundo: “Para comer de esta manera hay que dedicar un tiempo que a lo mejor hay gente que no está dispuesta a perder. Aquí hay gente que por decisión personal o laboral ha visto que no podía dedicar tiempo a la cooperativa y ha tenido que marcharse. Por eso el perfil que se repite en nuestra cooperativa son padres de unos cuarenta años con hijos”.

Si hay bajas en una cooperativa pequeña es fácil pensar lo complicado que sería a escala global: “Veo difícil que toda una ciudad como Barcelona funcione sólo con cooperativas alimentarias porque hay una conciencia de corporativismo y asamblea que mucha población no tiene incorporada”, dice Adrià. Una nueva voz que llenaba su cesta desde la distancia: entra en escena: “Para hacer grandes cambios hay que ir paso a paso y este es el camino. Hay que pensar globalmente y actuar localmente. Has de cambiar tu pequeño espacio para que todo lo de arriba caiga. Convertir tu carro de la compra en tu carro de combate”. La bomba la suelta Maxi, miembro veterano de la cooperativa que participó en la okupación de Flor de Maig: “Hay gente que piensa que esto es como un supermercado. En el supermercado no tomas decisiones. Compras o no compras el producto. Aquí todo se debate".

Huerto indignado en el barrio de Poblenou

Hay gente que por decisión personal o laboral ha visto que no podía dedicar tiempo a la cooperativa y ha tenido que marcharse.

Adrià (Mespilus)

Miro al resto de integrantes y entiendo la fuerza del mensaje: "Si entras a nuestra cooperativa es porque tienes una conciencia de consumo determinada. Cuesta tirar la cooperativa adelante para pensar en algo global para toda la ciudad. Plantear una cosa así sería muy bestia”. Aunque su ilusión hablando tiene muchas papeletas para llegar a más gente: “Saber que estás ayudando a cambiar el mundo con un consumo responsable es lo que me ha llevado a formar parte de esto”.

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