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Los corales del Caribe están muriendo. Spoiler: es nuestra culpa (y nos afectará)

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El síndrome blanco es una enfermedad que en poco más de un año ha matado más corales del Caribe mexicano que todos los que murieron en las últimas cuatro décadas

Eugenia Coppel

12 Noviembre 2019 18:44

“Es tiempo de que los corales tomen vacaciones”, dice una campaña que anuncia el cierre temporal de tres puntos de buceo en el Parque Nacional Arrecifes de Cozumel. Un mensaje breve explica que, ante el síndrome blanco, es preciso disminuir el estrés que las actividades turísticas producen en los corales. Un pez dibujado con sombrero les desea a sus amigos pronta recuperación.

La campaña parece inocente pero el problema no lo es. Lo que se puede observar bajo las aguas del Caribe mexicano –de acuerdo con todas las fuentes consultadas por PlayGround– refleja una situación extrema y grave.

Desde junio de 2018, los expertos han registrado el avance sin precedentes de una enfermedad coralina conocida como síndrome blanco. La epidemia afecta a 20 de las 35 especies de coral que pueblan el sistema arrecifal mesoamericano, el segundo más grande del mundo después del de Australia.

Los monitoreos más recientes revelan que, en los últimos seis meses, han muerto cerca del 40% de los corales pertenecientes a las especies afectadas por la enfermedad, entre ellas, los corales cerebro y los corales masivos. Otras especies, como el coral pilar, prácticamente han desaparecido, al grado que se habla de una extinción local.

“Es realmente deprimente ver tantos esqueletos de coral”, dice Lorenzo Álvarez Filip, un investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM. “Nunca en 35 años había visto algo así”, lamenta Germán Méndez, el líder de un proyecto de restauración de corales en Cozumel.

“Hemos perdido colonias de cientos de años en cuestión de semanas. Es muy impactante verlo, porque son colonias que forman estructuras muy vistosas, a las que reconocemos y les tenemos cariño”, comenta Melina Soto, miembro de la Iniciativa Arrecifes Saludables Para Personas Saludables (Healthy reefs for healthy people).

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Avance de la enfermedad. Fotos: Melina Soto

Un enemigo desconocido

La primera vez que se tuvo noticia del síndrome blanco fue en 2014, cuando la enfermedad comenzó a atacar a los corales del sudeste de Florida. Tardó cuatro años en llegar hasta los arrecifes mexicanos y actualmente continúa su expansión hacia el sur. La epidemia se ha extendido a Belice, Islas Vírgenes y República Dominicana.

“En Puerto Morelos [al norte de Quintana Roo] ya no encontramos corales enfermos, pero no porque se hayan curado, sino porque la mayoría han muerto”, dice Álvarez Filip, el investigador que en 2017 obtuvo el World Reef Award por su trabajo de protección y conservación de los arrecifes del Caribe. “Es un brote bastante explosivo”.

Lo que ocurre con los corales afectados por el síndrome blanco es que se desprende rápidamente su tejido hasta que mueren. Las manchas blancas que se observan corresponden al esqueleto, y una vez que cubren toda la superficie, el coral no volverá a recuperarse.

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Fotos: Lorenzo Álvarez Filip

Lo anterior contrasta con el blanqueamiento de corales, un padecimiento distinto al síndrome blanco. En el primer fenómeno, las microalgas que habitan dentro del coral salen expulsadas del mismo por el aumento de temperatura en el agua. Pero una vez que la temperatura se restablece, las microalgas pueden regresar a su estructura coralina y mantenerla viva. Según la bióloga marina Melina Soto, solo entre el 5% y 10% de los corales que sufren blanqueamiento, llegan a morir.

Aunque todavía no se identifica con nombre y apellido al patógeno que causa el síndrome blanco, las investigaciones apuntan a que se trata de un grupo de bacterias, cuya velocidad de propagación se acelera debido a la mala calidad del agua marina. “El tratamiento inadecuado de las aguas residuales es un problema que compartimos con Florida y otros países del Caribe”, comenta Soto. “En varias ciudades de Quintana Roo ni siquiera hay una conexión adecuada al drenaje”.

Álvarez Filip concuerda: “El agua del mar está contaminada; es rica en nutrientes que vienen de aguas residuales o de zonas de cultivo, con fertilizantes. Si realmente queremos resolver este problema, lo que tenemos que hacer es controlar la calidad de agua”.

Las mareas marrones producto de la descomposición del sargazo también han contribuido a contaminar el mar. Otros factores del deterioro de salud de los corales son las malas prácticas turísticas, la destrucción de manglar y la no aplicación de las normas ambientales.

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Foto: Lorenzo Álvarez Filip

Los costos del desarrollo

Germán Méndez nació en la Ciudad de México, pero cuando buceó por primera vez en Cozumel –hace más de 35 años– decidió que no regresaría a la vida urbana. Ser testigo directo de la pérdida gradual del arrecife lo llevó a fundar, en 2013, el Programa de Restauración de Corales de Cozumel. La organización sin fines de lucro se dedica a cultivar y plantar nuevos corales bajo el agua, con la ayuda de voluntarios que a la vez aprenden a bucear y a preservar el ecosistema.

El buceo es la principal atracción en esta isla del Caribe, pero la mayoría de los operadores turísticos no se preocupan por la educación ambiental, lamenta Méndez. Las playas blancas y las aguas celestes –que existen gracias al arrecife– atraen a la Riviera Maya unos 14 millones de turistas, lo que genera una derrama económica anual de más de 9 mil 500 millones de dólares. Es decir, casi la mitad de los ingresos de turismo en México.

Cozumel recibe cerca de 4.5 millones de visitantes al año sólo por la vía marítima, a bordo de cruceros. Méndez ha sido testigo de la aniquilación de los arrecifes de coral que se encuentran en la ruta de estos barcos gigantes. No obstante, el gobierno de Quintana Roo ha anunciado recientemente sus planes para ampliar el muelle, lo que permitiría recibir 50% más de pasajeros.

“Si el síndrome blanco hubiera pegado en 1960, habría pasado desapercibido”, asegura Méndez. “Pero en 2019, con condiciones mucho más antropogénicas, los corales tienen más predisposición a enfermedades y es muy difícil que se recuperen porque viven estresados”.

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Foto: Lorenzo Álvarez Filip

El ambientalista está convencido de que no es posible proteger el agua si no se protege primero la tierra. ¿Cómo? Con plantas de tratamiento de agua, frenando el desarrollo urbano en las costas y educando a los turistas, por ejemplo.

“La situación está muy grave, pero todo sigue igual”, continúa Méndez. “Se cerraron tres puntos del parque durante tres meses y todo mundo se está quejando, pocos entienden lo que pasa. Creían que el arrecife iba a durar para siempre, pero si no se toman las medidas adecuadas, el problema se va a hacer más y más grande”.

Todo esto sucede en un contexto nacional en el que las instituciones ambientales no han dejado de ver reducido su presupuesto año con año. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), encargada de gestionar los parques naturales, enfrenta un recorte acumulado de casi 50% de su presupuesto desde 2016.

Corales, la base del ecosistema

En las últimas semanas, Germán Méndez ha colaborado con el Parque Nacional de Cozumel para tratar a los corales enfermos con antibióticos de alto espectro. Sin embargo, no todas las especies han reaccionado al tratamiento. Además, son miles las colonias afectadas y no hay suficiente capacidad humana para atenderlas en su totalidad, comenta Álvarez Filip.

Pero el investigador de la UNAM también reconoce que hay buenas razones para hacer este esfuerzo: “Hay colonias carismáticas: corales muy grandes que la gente que bucea está acostumbrada a ver y vale la pena tratar de rescatar. Además se socializa el problema al generar colaboración. Los parques, al crear brigadas para ayudar a tratarlos, generan socios que ayudan a concientizar”.

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Foto: Lorenzo Álvarez Filip

Por otro lado, existe un Plan de Acción del Síndrome Blanco, el cual fue elaborado por la CONANP en colaboración con un centenar de socios públicos y privados. En este se contemplan cinco líneas estratégicas para erradicar la enfermedad: mejora de prácticas turísticas, manejo integral de desarrollo costero, manejo del agua, mejora de prácticas pesqueras y colaboración académica.

La preservación del arrecife es fundamental, y no solo por la derrama económica que genera el turismo. “Los corales son la base del ecosistema”, explica Álvarez Filip. “Si perdemos el coral, perdemos a los ladrillos y a los constructores; se pierde la capacidad de generar hábitat y de albergar múltiples especies, algunas con importancia pesquera como peces, langostas y pulpos”. Además los arrecifes son barreras naturales que protegen al territorio costero de los huracanes y tormentas.

María del Carmen García, directora del Parque Nacional Arrecifes de Puerto Morelos, asegura que son insuficientes las acciones que llevan a cabo las autoridades y organizaciones locales: “Se necesitan acciones con carácter de seguridad nacional, porque no solo es la pérdida de biodiversidad sino la seguridad de la población humana, que se ve vulnerada al no tener un ecosistema sano”.

La funcionaria de la CONANP dice que ella y sus colegas trabajan en otra propuesta para detener el incremento de la presión puesta en los corales. Esto implicaría, entre otras cosas, frenar el desarrollo costero hasta que no haya una mejora en el sistema arrecifal. “El problema es el modelo económico que tenemos”, señala García. “No tenemos visión a largo plazo, no hemos tenido una visión sustentable”.

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