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Artículo “La infancia ha muerto: no hay posibilidad de ser feliz” Lit

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“La infancia ha muerto: no hay posibilidad de ser feliz”

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Nacho Vegas publica 'Reanudación de las hostilidades', un libro que oscila entre el poema, la prosa y el desaliento

Xaime Martínez

18 Mayo 2017 06:00

A no ser que se demuestre lo contrario, todo español es poeta.

Este rasgo (enriquecedor) de nuestro mundo literario es si cabe más cierto desde que la poesía da dinero: políticos del PP, blogueros, presentadoras de televisión, youtubers y cantautores no han tardado en publicar libros de poemas, que han gozado de una respetable respuesta del público.

Estos poemarios presentan en ocasiones elementos muy interesantes, y no obstante, son en su mayoría una extensión de las maniobras publicitarias que exigen a sus autores sus profesiones primarias (lo cual, por otra parte, cumple la ley que descubrió el novelista Theodore Sturgeon: el 90% de cualquier cosa es mierda).

Por ello, la noticia de que el músico de culto Nacho Vegas iba a publicar un libro de poesía en Espasa —el sello que edita a autores como Marwan, Rayden, Loreto Sesma o Nach— podía leerse en un primer momento como algo extraño, como una jugada inesperada.

Sin embargo, un vistazo al libro basta para comenzar a sospechar que algo no cuadra: en su portada no hay un ?título manido ?sino una curiosa metáfora: Reanudación de las hostilidades. Tampoco una muchacha flemática, sino la fotografía de un ser vestido con un abrigo esperpéntico y una perturbadora bolsa de papel en la cabeza.

Podemos imaginar a este personaje, indefinido y situado entre el Thomas Pynchon de Los Simpson y el extraño músico de Frank, protagonizando los muy distintos textos del libro, que contiene poemas, sí, pero también pequeños objetos en prosa que podríamos denominar relatos, o fragmentos de un diario o historias de fantasmas.

Todos ellos están contados en primera persona por un narrador que —por lo que se puede adivinar de Nacho Vegas a través de canciones, entrevistas y libros— se parece bastante a su autor: en las páginas hay picos de heroína, una adicción peligrosa a la luz del norte y un agudo sentido de la ironía.

Regreso a Asturies y al entrar la borrina surge como un presagio.

Incapaz de amar, me adentro en la bruma densa como un fantasma,

la atravieso sintiéndome todo cuerpo:

menos que un fantasma.

No obstante, si alguien busca en este libro pedazos de carne sangrante no los encontrará. O en todo caso dará con su holograma, o con una representación muy exacta que exuda sangre artificial y que, una vez mordida, sabe a ceniza.

Porque en su libro, el creador de discos como Desaparezca aquí parte de materiales autoficcionales. Materiales, si se quiere, nacidos de la sensibilidad y de una dolorosa conciencia del mundo, pero que Vegas manipula con mucha inteligencia para construir reflexiones emocionantes sobre la culpa, sobre el sentimiento trágico de la vida, sobre la posibilidad de ganar finalmente la contienda:

Cae la tarde y sabe Dios que el esfuerzo ha sido enorme.

Estoy solo pero el silencio es imposible, casi inverosímil.

Osamu Dazai, el gran maldito japonés, fue capaz de hablar con precisión pero también con distancia literaria de su adicción a la morfina y al alcohol, de su destino irrevocable. Novelas como Indigno de ser humano —con cuyo título un verso del primer libro de Vegas comparte muchas cosas— parecen un referente para Reanudación de las hostilidades, no solo por su crudeza sino por su inteligencia y artificiosidad:

No es la mala vida la que me mata, no;

es la vida toda

y mi conciencia extrema de ella

—vislumbre de la muerte.

Primero maldigo. Luego

reclamo un poco de atención:

Dimito como ser humano.

Reanudación de las hostilidades no constituye la primera incursión de Nacho Vegas en la literatura. En 2004 ya publicó Política de hechos consumados, un volumen igualmente híbrido en el que se podían encontrar poemas, una versión prosificada de la canción "El ángel Simón", etc.

El nuevo libro de Vegas tiene una estructura bélica —se divide en "Los términos del conflicto", "La contienda" y "Capitulación"— que le da al conjunto cierta sensación narrativa, casi cronológica: los textos de la primera parte, más centrados en el desencanto que se podía palpar en sus primeros discos, se ven transformados en "Capitulación" por un discurso más integrado, que sin renunciar al dolor connatural a la existencia es capaz de plantearse ciertas alternativas de vida:

Se abrió una grieta en el cielo plomizo

y así fue como entró la luz y supimos que vivíamos.

Y el desastre continuó.

Pero entonces ya bailábamos.

Nacho Vegas tal vez no sea un gran escritor —su lengua no acaba de levantar el vuelo, y el único poema medido del libro es un fracaso autoconsciente— pero es un buen poeta raro (que no es poco). Al igual que otros de los autores publicados por Espasa, como Óscar García Sierra o Luis Eduardo Aute, Vegas no encaja exactamente en el molde que parecen sugerir algunos de los escritores del catálogo, pero tampoco en lo que podemos esperar de un poeta ungido por la tradición hispánica.

Y precisamente eso —su forma problemática de adecuarse a nuestras expectativas, su radicalidad (ya en el desapego, ya en la política), su compromiso ético y estético— es lo que hace de Reanudación de las hostilidades un libro verdaderamente único.

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