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Politizar el malestar: ¿qué hay detrás del fenómeno "before and after"?

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Imagen: Adobe Stock
 

¿Es verdad que los límites sólo existen en nuestra mente? ¿Las imágenes del "before and after" son peligrosas? ¿Cambiar las cosas depende solamente de nuestra voluntad? El último libro de Barbara Ehrenreich, 'Natural causes', nos invita a reflexionar sobre la relación entre voluntad, cuerpo y cultura terapéutica

Eudald Espluga

06 Julio 2018 09:11

El fenómeno del "before&after" no es nuevo. Conocemos la sorpresa, el impacto visual, la fuerza retórica que tienen los montajes que comparan y contrastan la imagen de una misma persona antes y después de perder peso.

Sin embargo, en los últimos años, parece que Instagram se haya convertido en un territorio propicio para compartir este tipo de testimonios, ya que permite crear comunidad, encontrar apoyo y canalizar la motivación. A través de hashtags como #beforeandafter, #transformation #weightlossjourney, #weightlossstory, #weightlosstransformation, algunos de estos montajes fotográficos de "before and after" se vuelven virales. Y las historias de personas anónimas —Sean Anderson, Mathilde Broberg, Ely Fisher, Marcus Lanford— se convierten en una fuente de inspiración para muchos usuarios, que siguen sus consejos o tratan de emularlos. Algunos de ellos, como Georgie Thomas, ejercen incluso como coachs motivacionales.

En parte, se trata de un fenómeno comercial. Las fotos del "before and after" pueden servir como valla publicitaria de una dieta concreta o de un método de entrenamiento. Quedan enmarcadas en un contexto corporativo y terapéutico —de salud física o de bienestar emocional—. De hecho, ya se está estudiando cómo esta forma de enmarcar las cuestiones de salud en las redes, a través del marketing viral, afecta a nuestra forma de consumo farmacéutico y a nuestra relación con la institución médica.

Sin embargo, si buceamos en Instagram, es evidente que en la mayoría de casos se trata de "historias reales" de "gente como tú y como yo" que han decidido "dar un cambio a su vida". Aunque el sentido mercantil parece estar ausente, la retórica es importante, ya que el éxito del "before and after" —a todos los niveles, de producción y de consumo— no puede entenderse sin atender a los discursos culturales que lo envuelven y lo vehículan. Por ello, para entender el fenómeno, mucho más que cuestionar o discutir las razones por las que las personas deciden compartir su proceso, resulta interesante preguntarnos lo contrario: qué hace que estos testimonios sean tan atractivos para los consumidores.

De la épica de la voluntad a la ilusión de control

Las fotos de "before and after", en tanto que iconos virales, transmiten un mensaje simple, que no tiene nada que ver con dietas y gimnasios. Se presentan como la demostración empírica de que somos amos de nuestro propio destino, que tenemos libertad para cambiar las cosas y que, hacerlo o no, depende esencialmente de nuestra voluntad.

No hace falta que queramos adelgazar para que esta épica de la voluntad nos resulte atractiva. Aunque el cuerpo es el espectacular escenario de esta transformación, el "yo auténtico" es el producto que se está compartiendo.

La retórica del "before and after" apela prioritariamente al dominio de nosotros mismos, al autocontrol y a la expresión de una autenticidad que está más allá de lo físico. Por ello, para entender la recepción de este imaginario, estamos obligados a mirar a las narrativas de autosuperación sobre las que se construyen estos discursos.

En Natural causes, la ensayista Barbara Ehrenreich aborda el tema desde una perspectiva amplia, que va desde el machacar el cuerpo en el gimnasio hasta la obsesión con la medicina preventiva. Defiende que detrás de este fenómeno hay una fantasía de control, que trata el cuerpo como una máquina obediente que sólo depende de nosotros mismos. El auge de esta pulsión por dominar el cuerpo sería resultado de un repliegue político hacia lo individual: "si no puedes cambiar el mundo y ni tan sólo puedes enderezar tu propia carrera, todavía puedes controlar tu propio cuerpo".

El auge de esta pulsión por dominar el cuerpo sería resultado de un repliegue político hacia lo individual: "si no puedes cambiar el mundo y ni tan sólo puedes enderezar tu propia carrera, todavía puedes controlar tu propio cuerpo".

En el contexto del capitalismo postindustrial, donde la inseguridad —económica, geográfica, laboral— se ha convertido en la norma, y los manuales de gestión empresarial nos invitan a "surfear el caos", nuestro cuerpo se transforma en una escuela de voluntad. Muchos críticos de la cultura terapéutica, además de Ehrenreich, han discutido los peligros de este discurso, y todos coinciden en señalar el principal efecto secundario de esta ilusión de control: la autorresponsabilización.

Desigualdad, responsabilidad y fracaso

Llegar a creer que somos los dueños de nuestro cuerpo, y que podemos gestionarlo a voluntad como empresarios de nosotros mismos, supone adoptar una perspectiva individualista en la que los seres humanos somos independientes. Conocemos este razonamiento: "los límites sólo existen en tu mente".

Sin embargo, como han demostrado los epidemiólogos Richard Wilkinson y Kate Pickett en su estudio Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva (Turner), no sólo el bienestar psicológico depende de la posición relativa que ocupamos en la sociedad, sino que incluso el autocontrol o nuestra capacidad de ser optimistas tiene una base material. Las sociedades más desiguales —no las más pobres— son las que registran un malestar mayor en casi todos los índices.

Es por esta discordancia que la ilusión de control puede llegar a ser peligrosa, en la medida que nos invita a ver todos nuestros fracasos y decepciones como una responsabilidad nuestra. El sentimiento de insuficiencia acecha tras cada decisión, puesto que siempre estamos comparando nuestras capacidades reales con un modelo absoluto de voluntad. Además, al sobrevalorar así nuestro poder, negamos el carácter dependiente de los humanos y su fragilidad intrínseca: como bióloga, Barbara Ehrenreich se dedica a recordarnos la cantidad casi infinita de maneras mediante las cuales nuestro cuerpo puede rebelarse contra nuestra voluntad.

¿Esto demuestra que el "before and after" es un fenómeno peligroso? ¿Debemos asumir que este tipo de montajes son los causantes de la creciente despolitización del malestar? No, pero sí revela que son un ejemplo perfecto de cómo funciona nuestra cultura terapéutica y, en especial, de cómo se expande una ideología atomizante que niega el carácter social de nuestras acciones y exagera la responsabilidad individual.

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