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Reportaje “El pueblo se levantó y los minúsculos resultaron ser ellos” Now

Reportaje

“El pueblo se levantó y los minúsculos resultaron ser ellos”

15 Junio 2018 12:13

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Reuters
 

Nicaragua está viviendo la mayor masacre de civiles en tiempos de paz. La población pide la salida de su presidente Daniel Ortega pero ni él ni su esposa parecen dispuestos a abandonar la represión

“Lo supimos por el Facebook. Una publicación decía que Kevin estaba muerto”. Lo cuenta Cecilia Dávila, su tía, desde su casa en Nicaragua. La madre de Kevin no tiene fuerzas para ponerse desde el 7 de mayo, el día que falleció Kevin tras estar muriéndose más de dos semanas en un hospital.

El 21 de abril una bala con trayectoria diagonal entró en el cráneo del chico. Tenía 23 años, había dejado sus estudios de Veterinaria para trabajar en una empresa de refrigeración porque a su padre no le llegaba el dinero para pagarle la carrera. Le encantaban los animales. También sus hermanos pequeños de 13 y 8 años. Odiaba las injusticias.

Kevin se sumó a las protestas contra Ortega el segundo día, después de la primera represión brutal de la policía y los grupos paramilitares formados por los sandinistas. Un día antes de que le dispararan en la cabeza en las barricadas de la Upoli de Managua, Juan Martínez recibió un disparo en el tórax en Ciudad Sandino.

Acababa de salir de cenar de la casa de su hermana cuando dos hombres subidos en una moto pasaron por su lado. El último de ellos le disparó. Según uno de los testigos, era un guardia de seguridad de la alcaldía de Ciudad Sandino. Juan, que era un año mayor que Kevin, también formaba parte de los tranques de su ciudad. Ahora a su hermana, María, asegura que la policía no deja de asediar su casa.

Del Facebook a las barricadas en los barrios

Desde hace casi dos meses, Nicaragua está viviendo la peor masacre de su historia en tiempos de paz. La contabilización de los muertos la lleva el Centro Nicaragüense de los Derechos Humanos (Cenidh). Según sus números, los manifestantes caídos por la represión ya son 154 en todo el país. En la cifra solo se incluyen los oficialmente muertos, pero también hay otros que han sido reportados como fallecidos o que han sido desaparecidos.

La mayoría de los cuerpos pertenecen a chicos jóvenes de entre 18 y 25 años. También hay alguno como Álvaro Conrado, de 15 años, blanco de las balas en la Universidad Nacional de Ingeniería. Bautizado por los nicaragüenses como “el Niño Mártir”, con su cara se han hecho desde pancartas hasta camisetas. Su muerte tan joven ha despertado una inmensa rabia.

Entre las barricadas donde cayó Conrado, hoy sigue luchando Kevin Manuel Orozco. Tiene 20 años y forma parte del Movimiento Autónomo Universitario de la UNI. Sus compañeros y él están dentro de la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia, una asociación que engloba a todos los movimientos universitarios en pie de guerra contra Ortega y a favor de una democratización de la Universidad y del país.

Su movimiento surgió de manera espontánea, como respuesta a la represión del 19 de abril de las turbas paramilitares. La lucha se organiza en las redes sociales, los plantones en los barrios, con los adoquines de las aceras. Sus armas son piedras y morteros, las fuerzas armadas les responden con gases lacrimógenos y AK-47. Kevin asegura por teléfono que cada universidad se ha organizado de manera horizontal, sin líderes. Por eso mismo, hay partidos opositores como el Partido Liberal que intentan aprovecharse y tomar el control de su lucha. “No lo permitiremos. No les dejaremos que manchen nuestra causa”, dice Kevin.

La guinda del pastel

De acuerdo a Javier, los muertos caen por tiros certeros en la cabeza, el cuello y el abdomen. También disparan balines pequeños que ya han dejado a muchos chicos sin ojos. Javier ha creado una unidad de voluntarios sanitarios que atienden a los heridos en las calles, no quiere dar su verdadero nombre porque es empresario y teme represalias por parte del Gobierno. Cuando un manifestante cae, los hospitales públicos les cierran las puertas. “A los hospitales públicos no se les permite atender a estos muchachos. Las órdenes vienen del Gobierno, de la ministra de Salud Sonia Castro”, confirma María. A su hermano Juan le denegaron la asistencia en hasta 3 hospitales. Cuando por fin le atendieron en el Monte España, ya era demasiado tarde.

La orden también implica no poner la causa real de las muertes en el parte de defunción. En vez de herida de bala en el cráneo, los médicos firman muertes naturales. Una manera más de restarle importancia a las protestas y al descontento de los que piden la cabeza de Ortega.

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Durante años Nicaragua ha sido una pequeña parcela de paz y tranquilidad al lado del triángulo Norte de Centroamérica. Mientras Guatemala, El Salvador y Honduras se consumían por las maras y la extrema violencia armada, los nicaragüenses intentaban salir adelante tras una cruenta guerra civil que puso fin a la dictadura de Somoza y dejó entre 30.000 y 50.000 personas muertas.

“Los barrios que se levantan ahora, se levantaron contra Somoza”, explica Julián Navarrete, periodista de La Prensa. En los 80, el propio Ortega estaba del otro lado de las barricadas. La revolución sandinista triunfó y él fue presidente del 85 al 90 con el partido Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). En 2007, se le ocurrió que podría volver a repetir la hazaña. Ganó las elecciones y en el 2012 las volvió a ganar. Los problemas empezaron a llegar cuando en el 2016 se presentó de nuevo. La constitución no permitía su reelección así que él la reformó. Por el camino, se hizo con el poder de la Corte Suprema de la Justicia, la Corte Electoral, la Asamblea Nacional, la Policía, el Ejército. Descabezó a la oposición y puso a su esposa, Rosario Murillo, de vicepresidenta. A sus hijos también les dio varios cargos políticos. Fue la guinda del pastel.

La constitución no permitía su reelección así que él la reformó. Por el camino, se hizo con el poder de la Corte Suprema de la Justicia, la Corte Electoral, la Asamblea Nacional, la Policía, el Ejército. Descabezó a la oposición y puso a su esposa, Rosario Murillo, de vicepresidenta.

“El pueblo se levantó y los minúsculos resultaron ser ellos”

No se esperaba el revuelo cuando decidió reformar la INSS pero la población llevaba demasiados años tragando sus caprichos. “Esto no era una democracia imperfecta, era un sistema autoritario”, asegura Julián. El grado de putrefacción del sistema político es tal que a pesar de que los manifestantes piden su dimisión, ni en unas elecciones nuevas sabrían por quién votar. “No tenemos a nadie que nos represente. Si Ortega se va, tendríamos dos semanas de fiesta. Pero aún no estamos listos para de momento de después”, confirma Javier.

Tanto los universitarios como el clero han intentado varias veces mantener un diálogo nacional para la salida de Ortega. Lejos de entender que su tiempo ha acabado, Rosario salió en los primeros días a insultar a los manifestantes. “Nos llamaron vampiros, brutos, vándalos, minúsculos. Pero al pueblo no se le puede engañar, se levantó y los minúsculos resultaron ser ellos”, argumenta Kevin.

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Tradicionalmente neutrales, hasta la patronal y las empresas han tenido que intervenir en el conflicto. Los empresarios convocaron un paro total para este jueves para que Ortega negocie de una vez por todas su salida. Saben que la decisión es drástica y que lanzará al abismo la economía, maltrecha por culpa de casi dos meses de protestas. Pero aseguran que no ven otra opción. La última vez que los empresarios convocaron una huelga, fue en el 78 para presionar la dictadura de Somoza. Entonces se convirtió en el preludio de una sangrienta guerra civil. Según María, ahora también quedan solo dos opciones: “Ya no lo queremos. No quiere irse por la vía pacífica, cuando la gente se harte, habrá que sacarlo a plomo. Tendrá que salir por las malas”.

En las calles el agotamiento es evidente. El terror empieza a hacer mella en los manifestantes. Ya no se oye el grito de Leonel Rugama “¡Que se rinda tu madre!”. Nadie quiere estar afuera después de las 18:00 de la tarde. Las turbas convocadas por los orteguistas, que también reclutan chavales de los barrios pobres pagándoles unas 500 córdobas (16 dólares) por coger un arma y disparar a manifestantes, se adueñan de la noche.

La última vez que los empresarios convocaron una huelga, fue en el 78 para presionar la dictadura de Somoza. Entonces se convirtió en el preludio de una sangrienta guerra civil.

Desde el 30 de mayo no se celebra ninguna marcha. Ese día, las madres de los chavales muertos en abril salieron a pedir responsabilidades. La manifestación pacífica acabó con al menos 16 civiles muertos. Pero la lucha sigue contra “el genocida”, “el dictador”. Se sigue confiando en una salida pacífica, pero ¿cuándo una revolución comienza a transformarse en una guerra civil?

“Yo antes decía: creo en el perdón, que dios tenga misericordia. Yo sé que existe la justicia divina, pero también debe ser una justicia terrenal y ese señor no tiene perdón de dios. Yo, como ser humano al que le han quitado a su único hermano, yo si a ese señor lo tuviera de frente, un balazo es lo que le daría. También mató a mi madre en vida. Nunca esperas que un familiar termine de esta manera. Nunca”, sentencia María.

La embajada de EEUU en Nicaragua asegura que desde la semana pasada Caleb McCarry, coordinador de la Transición Cubana, está en el país negociando la paz. Por el momento habría conseguido que Ortega acepte adelantar elecciones aunque por el país corre el rumor de que lo que de verdad quiere Ortega es huir del país y que EEUU le garantice que no congelará todo su dinero.

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