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El doble miedo de un pueblo golpeado por el yihadismo

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"A los jóvenes les va más la fiesta que la mezquita", dicen marroquís del pueblo que temen que los incidentes les vuelvan en forma de islamofobia

Germán Aranda

19 Agosto 2017 09:34



Abre la puerta en Ripoll la vecina de los tres hermanos presuntamente implicados en los atentados de Cataluña. El mismo en el que fallecieron al menos 14 personas y otras 100 resultaron heridas.

Uno de los hermanos es Moussa Oukabir, de 17 años, que fue abatido en el segundo intento de atentado en Cambrils, e investigado como posible autor material del atropellamiento masivo. El otro es Driss, detenido cuando, según dijo, se dirigía a los Mossos de Ripoll al ver su identidad en la televisión para negar que hubiera participado en los atentados. Driss alegó que le habían robado los documentos.

—Estamos en shock, no me lo puedo creer, eran gente muy normal —dice M, que prefiere mantener el anonimato. Mantiene contacto con las dos hermanas de ambos, que estuvieron por la mañana en el domicilio pero no quisieron hablar con ella.

Mientras habla, la puerta del domicilio donde los Oukabir vivían con su madre (recién separada de su padre según la misma vecina) está entreabierta. "La han roto los Mossos esta mañana", dice M. No hay ningún cordón ni presencia policial que impida la entrada. Desde el exterior se aprecia un importante desorden de colchones y ropa.

El hijo de M, de quince años de edad, dice que Moussa era un chico normal y que solían ir juntos al río, a montar en bicicleta, y a la piscina.




*G.A.


—No teníamos ninguna sospecha, la actitud de la familia no había cambiado. Estamos en shock. Ver aquí a los Mossos, con las metralletas y la cara cubierta, en una ciudad donde nunca pasa nada… es demasiado. —Añade:— El grande era un poco más travieso —lo único que coinciden en señalar varios vecinos que le conocían es que fumaba porros.

La jefa del restaurante donde trabajaron ambas hermanas, Rosa, describe a Moussa, presunto autor de la masacre, como "un chico diez". Una de las hermanas le había contado que estaba sacando muy buenas notas.

Otra vecina que trabaja para el Ayuntamiento afirma de Moussa que estaba trabajando para una amiga suya en prácticas haciendo tareas administrativas. Subraya su comportamiento ejemplar.

—Siempre he trabajado mucho con musulmanes —añade— y siempre los he defendido ante cualquier mínima discriminación. Pero ahora que quienes menos te esperas te traicionan, todo es más difícil.

Tres de los cuatro detenidos por el atentado fueron capturados en esta pequeña localidad en las montañas del pre-pirineo catalán, conocida por su Monasterio románico del año 888.


También cuatro de los cinco abatidos por la policía en Cambrils tras el segundo intento de atentado residían allí. Uno es Moussa y los otros dos, vecinos del mismo bloque, los hermanos Mohammed y Omar Hychami, de 21 y 24 años respectivamente.

El único fugitivo, Younes Abouyaaqoub, vivía en la cercana Ribes de Feser, pero también era conocido por los vecinos de Ripoll.

De esta forma, que el doble atentado en Barcelona y Cambrils ha sido también la ruptura de la idílica visión del pequeño pueblo donde todos vivían en paz y nunca pasaba nada.

Un grupo de Whatsapp con vecinos de la localidad echaba humo hablando del tema. "Esto es algo excepcional, nada de decir que Ripoll es un hervidero de terroristas", decían.

Otro, que aseguró que aún quedaba con Driss de vez en cuando para fumar algunos porros, confía en la versión del hermano mayor de que el pequeño habría robado sus documentos para alquilar la furgoneta. "Si no, no se habría ido a entregar, ningún yihadista hace eso".

Driss, cuentan, trabajaba en algunas obras y le encantaba jugar a fútbol. Era seguidor del Real Madrid.




*G.A.


Los vecinos de una localidad tan pequeña en la que de repente aparecen tantos casos a la vez de terrorismo temen ahora no poder confiar en nadie. La primera afectada es la comunidad marroquí.

En Ripoll existe un miedo doble: vecinos temen que otros marroquís puedan traicionarles, y marroquís temen que los hechos les afecten seriamente.

—Esto va a romper la convivencia —lamenta convencido el marroquí Abdel Khader, de 32 años.

Junto a otros cuatro marroquís, uno de ellos dueño del bar, toma té en el Bar Esperanza, con la luz tenue y la televisión siempre encendida a la espera de novedades.

—Siempre pensé que Ripoll era un lugar limpio y ahora no puedo decir nada —dice.

Los atentados también han abierto una brecha generacional entre estos hombres marroquíes y los detenidos o abatidos, todos menores de 25.

Abdel está preocupado por lo que sus hijos, ahora con 6 y 8 años de edad, puedan ver en internet: "Ahora son pequeños, pero cuando empiecen a ir al colegio, conocer gente, jugar, descubrir, vas perdiendo el control y tampoco puedes controlar todo lo que ve en internet", dice al borde de las lágrimas.

Su amigo Hassan Hazid asegura: "Los marroquíes somos los que más perdemos en esto".

Ya dicen salir a la calle con miedo a agresiones y no descartan ataques xenófobos. "Ha pasado en todos los lugares".

En la mezquita del barrio, tampoco han visto a los jóvenes relacionados con el atentado. 

—Habrán venido una o dos veces en todo el año. A los jóvenes no les interesa la mezquita. Les va más la fiesta. Aquí se sienten como en una jaula —dice uno de los responsables de la mezquita, que insiste:— El islam es una religión de paz y quien mata a gente no es musulmán.

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