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Opinión
Que sea 8 de marzo ya
2019 ya tiene su primera asesinada por ser mujer. Mientras, la extrema derecha presiona en las instituciones para consolidar el paso que va del machismo pasivo a la misoginia homicida
Tres días de 2019 ha durado la paz social mágica que pretende quien quiere creer que en este país no hay una guerra contra las mujeres. En Laredo, un hombre ha asesinado a su novia a puñaladas. Eso ha ocurrido entre los dos detenidos por la violación a una menor en Nochevieja y el mantenimiento de la libertad provisional de la autodenominada manada, anunciada pocos minutos después del primer crimen machista del año.
Todo coincide en el tiempo con la exigencia de Vox a Ciudadanos y PP: la condición para apoyarles en el gobierno andaluz -la comunidad con más casos de mujeres asesinadas- es derogar las ayudas a las víctimas de la violencia machista. El feminismo, la vida de las mujeres, vuelve a demostrarse cordón sanitario contra el fascismo, como suelo ético mínimo en democracia. Es a la vez un pase a puerta vacía a Ciudadanos y PP para que ahora marquen distancia si su cobarde miedo a perder votos se lo permite.
No se trata de hombres que no aman a las mujeres, sino de hombres que las odian, como apunta hoy mismo Cristina Fallarás. Los hombres matan a las mujeres porque pueden. Y porque si una violación no es violencia, porque si en 2019 una chica de 14 años violada entre 5 "no debió estar allí", se allana el camino del machismo a la misoginia, del gaslighting a las patadas contra un cuerpo inerte en el suelo de la casa que hasta ese momento podías estar compartiendo con un peligro para tu vida si tuvieras la mala suerte de ser víctima de una de esas 0,0075 % "denuncias falsas" de la última década.
Ese movimiento se acompasa naturalmente con el paso de la oca de la extrema derecha. Vox, por ejemplo, ya no quiere ser vicario pasivo y cínico de una desigualdad que favorece a los hombres, quiere tomar parte activa -y que sus votantes sean corresponsables con ellos- en la opresión cotidiana y en la eliminación física de las mujeres.
Vox habla literalmente de dictadura de género. Lo hace a la vez que se sorbe los mocos de la nostalgia por la toma de Granada y los cuarenta años de paz franquista a base de cadáveres. Hoy a quien no le hace gracia un chiste machista bajo una emergencia social en la que nos va la vida es una ofendidita con antorchas.
Una seca. Una borde. Una imbécil. Un peligro. Una enemiga. Una menos.
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