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Los ultras que están verbalizando la desesperación del pueblo marroquí

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El Estado y el desempleo oprimen las perspectivas de futuro de los jóvenes pero son los ultras los primeros en plantar cara al régimen

Omar Naboulsi

30 Octubre 2018 06:00

La palabra "futuro" en Marruecos va acompañada de un interrogante al final. El desempleo, la represión del régimen y la falta de incentivos en la mayoría de la población desespera al más pintado.

La gota que ha colmado el vaso es el asesinato de la estudiante Hayat Belkacem cuando intentaba llegar a España en una patera a manos de las Fuerzas Armadas de la Marina Real marroquí. A modo de protesta, unos 3.000 jóvenes tomaron las calles de Tetuán con lemas como "nuestra vida, nuestra sangre, para vengar la muerte de Hayat” y "el pueblo renuncia a la nacionalidad marroquí", con varias banderas españolas acompañando la marcha.

Quizás no son conscientes que en la represión del régimen marroquí también participa de algún modo España, ya que el gobierno coopera en el bloqueo fronterizo a cambio de los acuerdos pesqueros, apoyo en el Sáhara Occidental, Ceuta y Melilla o posiciones militares. O sí lo son, pero llevar la bandera española es una forma de decirle a la monarquía: "ya que Marruecos no me ha dado nada, prefiero ser español".

En medio de este tablero geopolítico está el grupo Los Matadores, los ultras del Moghreb Athlétic de Tetuán, que se encargó de convocar a través de Facebook a todos sus miembros para rebelarse contra "la política de opresión adoptada por el Estado del Makjzén contra su pueblo".

Estos ultras marcharon desde el centro de la ciudad al estadio con camisetas negras en señal de duelo hasta que la policía les dispersó. Ya en el campo se encargaron de silbar el himno nacional de Marruecos, algo sagrado en el país. Aparte de la corriente crítica, muchos marroquíes están en contra de estas manifestaciones porque el estado criminaliza la protesta: a quienes se atreven a tomar las calles les llaman vagos, desestabilizadores y enemigos de la nación.

Sofia lo sabe de primera mano. Una periodista con gran conocimiento de los movimientos migratorios que lleva cerca de un año viviendo en Marruecos y que prefiere por el momento no revelar su nombre completo.

"El asesinato de Hayat no es un caso aislado, se reprime a toda la gente que intenta salir del país, hay redadas en el norte para devolver a todo el mundo al desierto y queman los campamentos donde esperan para saltar la valla", cuenta a PlayGround.

Los marroquíes ya no ven las protestas como un medio para conseguir inquietar al Gobierno. El miedo a acabar en la cárcel les ahoga, como los 400 detenidos en el Rif, donde llevan años manifestándose por ser una de las regiones más olvidadas del país, ya que el Gobierno no invierte en infraestructuras: escasean escuelas, hospitales y las carreteras son impracticables.

"Si la gente saca banderas españolas es porque está harta, no hay visos de cambio. Si te manifiestas vas a la cárcel, no existe la libertad de expresión". Son palabras de Mohamed, un licenciado en Economía de 26 años que ha estado presente en varias movilizaciones y es víctima del paro. Se dedica a pasar paquetes en la frontera con Ceuta, un trabajo con el que no gana más de 15 o 20 euros diarios.

"Este asesinato ayuda a que la gente se alce de manera organizada. La población está harta porque los gobernantes son unos ladrones. Cuando sales a la calle ves a gente feliz, pero todo es una gran mentira. En Marruecos das 5 pasos adelante y retrocedes 10, no hay progreso".


Ante esta falta de perspectiva de futuro, el éxodo de jóvenes marroquíes está siendo brutal. Muchos piensan en marcharse, hacer dinero, volver a Marruecos, montar un negocio y no tener que trabajar para cualquiera que intenta quedarse con su dinero.

Al gobierno no le interesa la fuga masiva de sus jóvenes y les hace vivir en una cárcel sin barrotes. El pasaporte -quién lo consigue- es papel mojado en la frontera y el Estado tampoco facilita visados. De ahí que muchos opten por tirarse al mar e intentar llegar a Europa en barcazas. Estar peor fuera es difícil, aunque en los CIEs se empeñan en conseguirlo.

"Los pueblos no están industrializados, la gente vive prácticamente sin dinero. Tienen sus animales y cultivos propios. Viven del comercio. En ciudades como Marrakech hay trabajo gracias al turismo, pero todo el mundo cobra el salario mínimo -2.500 dírhams, al cambio unos 250 euros-", dice Sofia.

Los que se quedan se las ingenian para llegar a fin de mes. En las grandes ciudades sobreviven "haciendo la serpiente", una expresión marroquí que se refiere a los que se dedican a ayudar a turistas llevándolos de excursión o vendiéndoles lo que sea. "El mejor trabajo al que aspiran los jóvenes en las ciudades es el de operador en un call center. La mayoría son empresas francesas que pagan 5.000 dírhams al mes, pero necesitas un francés o inglés perfecto. El problema es que el que trabaja allí seguramente tenga una familia con hermanos en paro y padres sin ingresos a los que debe mantener".

Mientras tanto, licenciados sin trabajo como Mohamed ven como, por ejemplo, se encuentran reservas de gas en el norte del país y vienen empresas extranjeras a explotarlo, se llevan parte de los recursos y los ingenieros que planifican los proyectos también son foráneos. El apoyo a las empresas locales, si alguna vez estuvo presente, ha desaparecido.

En la última Fiesta de la Juventud, en el pasado mes de agosto, el Rey Mohamed VI anunció que indultaba a los jóvenes detenidos en las protestas del Rif, pero solo un día después volvió a alardear de mano dura anunciando que se restauraba el servicio militar obligatorio. Este movimiento sirve al régimen para paralizar la vida de los jóvenes durante un año para enseñarles a "ser un buen patriota" y "paliar el paro juvenil" -les pagan el salario mínimo-, aunque las voces críticas apuntan que la mili ha vuelto porque el régimen necesita más militares en la guerra oculta que hay en el Sáhara entre Argelia y Marruecos.

"Yo creo que se hace para decirle a los jóvenes que este es su país, de ahí no te vas a escapar y vas a ser un buen patriota. Mostrar la cara más autoritaria", dice Sofia.

Todo el que haya estado en Marruecos se percata del sentimiento nacionalista por las incontables banderas que hay en las calles. Hasta la lectura del corán lo es. Los viernes en las mezquitas se reza por la familia real... cuando eso ocurre muchos jóvenes se van al final de la mezquita y dejan de rezar.

Se trata de otra manera de hacer resistencia pacífica, ya que una revolución parece estar lejos. "Hay una revolución online, en Facebook, pero después no hay nada en las calles. El problema es que al ser virtual, el cambio no llega. Llegará un momento en el que todo explotará", concluye Sofía.

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