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Artículo Acaban de acusar a Stan Lee de acoso sexual, pero 'Mallrats' ya nos lo advirtió en 1995 Culture

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Acaban de acusar a Stan Lee de acoso sexual, pero 'Mallrats' ya nos lo advirtió en 1995

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Las enfermeras que cuidaron del icónico escritor de cómics le acusan de acosarlas sexualmente. Pero, ¿y si esta película ya nos avisó hace dos décadas?

víctor parkas

10 Enero 2018 18:35

“¡No me creo que esté aquí hablando contigo! ¡Eres el creador de los más grandes! Hagamos la lista: ¿Spider-Man? ¿El increíble Hulk? ¿Los X-Men? Joder, tío: ¡Eres un Dios!”. La efusividad con la que Jason Lee honraba a Stan Lee en Mallrats (Kevin Smith, 1995) sirve muy bien para sentar cátedra: en el mundo de los cómics, la aureola de Lee era algo intocable; algo que no admitía negociación alguna.

Ayer, pero, la santidad del guionista de cómics quedó en entredicho: según fuentes de The Daily Mail, Stan Lee habría abusado de varias enfermeras encargadas de su cuidado –el escritor tiene ahora 95 años. Además de pasearse desnudo, pedirles sexo oral y toquetearlas, las enfermeras reportaron que Lee utiliza de forma reiterada las palabras “coño” y “follar” en su presencia.

Aunque Tom Dallas, abogado de Lee, tilda tales afirmaciones de “falsas y difamatorias”, no parece que la imagen de Stan vaya a salir indemne de este episodio. Tampoco Mallrats: la película que canonizó y beatificó al escritor antes que éste se convirtiera en un icono pop – “¡Eres un Dios!– se antoja, vista hoy, una fábula para blanquear el abuso y el acoso sexual.

Mallrats arranca cuando Renee (Shannen Doherty) rompe con el infantiloide Brodie (Jason Lee). A partir de ese abandono, Brodie y su amigo, el también recién plantado T.S. Quint (Jeremy London), utilizarán lo que queda de metraje para reconquistar a sus antiguas parejas. ¿Cómo plantean los protagonistas dicha reconquista?

Persiguiendo y acechando a las chicas por el centro comercial en el que se desarrolla el film.

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Si bien Mallrats no es ni la primera ni la única cinta adolescente que se sustenta en el acecho masculino –la franquicia Porky's, por ejemplo, se basa por entero en ello–, sí tiene la particularidad de enaltecer, vía chistes de pollas, lo posesivo y malsano de las relaciones románticas.

Lo problemático de Mallrats, además, no solo ocupa su trama principal: uno de su personajes secundarios, Silent Bob, al que da vida el propio director Kevin Smith, tiene una una broma recurrente que consiste en irrumpir, por accidente y de forma reiterada, en los probadores dónde se está cambiando Gwen (Joey Lauren Adams).

En su momento mágico, Mallrats reúne a Brodie, fan enfermizo de los cómics, con Stan Lee. Lo hace en un instante dónde el personaje de Jason Lee está abstraído mirando un escaparate; en su interior, ropa interior femenina. “¿Estás mirando a la pareja de ahí dentro?”, le pregunta al protagonista un compañero espontáneo, que más tarde terminará revelándose como su ídolo.

Brodie: En realidad estaba mirando ese conjunto rosa.

Stan Lee: Parecen muy felices.

Brodie: ¿Quién? ¿Los sostenes?

Stan Lee: No, la pareja de la tienda. Parecen muy felices.

Lo preocupante no es tanto que Mallrats, hito del cine teen pre-millenial, esté protagonizado por un fetichista de la lencería: lo preocupante es que su mentor y, por tanto, el de la fanbase de la película, sea un espeluznante stalker que, ya entrado en años, vaga por el centro comercial espiando a las parejas que lo habitan.

Después de que la identidad de Stan haya sido revelada a Brodie, y de que éste, aireando más filias, le haya interrogado sobre los órganos sexuales de sus creaciones –“¿El pene de la Cosa también es de piedra naranja?”–, el guionista de cómics comienza a cubrir ideológicamente las razones de su mironismo: los tortolitos anónimos, explica Stan a Brodie, le recuerdan a un amor de juventud.

Uno que le abandonó por “dedicar demasiado tiempo a los cómics”.

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“¡Lo ves!”, contesta Brodie, viéndose reflejado en la historia de su ídolo. “¿Qué sabría ella? Ahora eres una leyenda; seguro que has tenido a muchas mujeres desde entonces”, añade el protagonista. “Oh, sí, muchas”, le contesta Stan. “El dibujante Jack Kirby y yo hicimos un concurso para ver quién conseguía más”, le confiesa. “La última vez que miré la lista, yo iba en cabeza”.

Con las informaciones publicadas por The Daily Mail, cabe preguntarse si, para engrosar dicha lista, Stan Lee utilizó también escarceos no consentidos. Preguntarse si, para ganar a Kirby, y según relata la empresa de asistencia dónde trabajan las afectadas por sus agresiones, el escritor hizo que contasen en el cómputo aquellas mujeres a quienes “exigía desfogarse con ellas en su dormitorio”.

Si Mallrats basa su acción en la toxicidad –su protagonista rema a contracorriente del “se acabó” propinado por su expareja–, el demiurgo de la película interpretado por Stan Lee no hace más que apuntalar y justificar, desde su venerable veteranía, ese tipo de comportamiento: el guionista enaltece a Brodie para “luchar” por Renee, para no incurrir en el mismo error que él años atrás.

Brodie: ¿Tanto significaba aquella chica para ti?

Stan Lee: Brodie... Lo dejaría todo, absolutamente todo, por estar un solo día con ella.

¿Incluso una orden de alejamiento? Mallrats, uno de los pocos clásicos de Kevin Smith que parecía poder salvarse de la pira que prendió tras el #MeToo –la mayor parte de su filmografía, no en vano, está producida por Harvey Weinstein–, no solo deja de estar libre de pecado: pide, de forma agónica, que la resignifiquemos plano por plano, secuencia por secuencia; que la problematicemos.

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