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Artículo Anna Paquin no habla en 'El Irlandés', pero su mirada es la clave de la película Culture

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Anna Paquin no habla en 'El Irlandés', pero su mirada es la clave de la película

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A pesar de pronunciar solo siete palabras, el personaje de Peggy Sheeran es el más importante de 'El Irlandés'

Franc Sayol

03 Diciembre 2019 18:41

*ATENCIÓN: Este artículo contiene spoilers (leves) de 'El Irlandés'.

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Peggy Sheeran, el personaje que interpreta Anna Paquin en El Irlandés, aparece menos de diez minutos en pantalla en una película que dura tres horas y media. Solo dice siete palabras. Pero es el personaje más importante de la película. Incluso más que el de su padre, Frank Sheeran, el 'irlandés' al que se refiere el título. Y es que las palabras importan poco cuando tienes una mirada como la suya.

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Una mirada silenciosa que conmueve por todo lo que implica. El miedo. La decepción. La tristeza. La pérdida. Pero sobretodo, la dignidad. Los ojos de Peggy son el faro moral de una película sobre hombres amorales. Son un símbolo. Una suerte de espectro omnipresente. En sus ojos hay más verdad que en cualquiera de las sentencias sobre la lealtad que proclaman los mafiosos que desfilan por la pantalla.

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Una verdad que está ahí cuando, siendo una niña, desdeña las bromas de Russell Bufalino, al que instintivamente reconoce como el villano que corrompe a su padre.

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Del mismo modo en que también reconoce a Jimmy Hoffa como el único hombre digno de todos lo que rodean a su familia. El único que defiende algo con lo que merece la pena comprometerse. Es por ello que sus ojos solo se iluminan con él.

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Cada una de las miradas de Peggy a su padre deja una enorme huella emocional en la película. Como cuando le observa tras verle apalizar brutalmente a un frutero que le había regañado.

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O cada vez que ve que se marcha “al trabajo” con una pistola en el bolsillo.

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Peggy es el único miembro de la familia que parece ver a Frank tal y como es de verdad. Ello nos da una dimensión real de lo que estamos viendo. Contextualiza la barbarie, y nos ofrece una guía moral para interpretar lo que sucede. En una película que supuestamente cuenta el mundo desde los ojos de los hombres la única sabia es Peggy. Y ni una palabra del guión podría decirnos tanto como su mirada.

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Como cuando aparta la mirada cuando su padre afirma que “no merece” el homenaje que está recibiendo. Ella lo sabe mejor que nadie.

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O cuando se niega a mirarle en el funeral de su madrastra.

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Y, sobretodo, cuando un anciano Frank acude en muletas al banco donde trabaja con la esperanza de poder hablar con ella. Esta escena es más importante que el asesinato de Hoffa. Y una vez más la mirada de repulsa de Peggy es todo lo que necesita Scorsese para transmitir el mensaje que quiere hacer llegar al espectador. Hacer hablar a personaje hubiera sido darle a Frank lo que quiere. Y eso es justo lo contrario de lo que busca el director. Lo que nos está diciendo a través de esos ojos condenatorios es que, a pesar de haber pasado su carrera retratando a gánsters carismáticos, en realidad él también los desprecia. Y que, a pesar de su fascinación por los códigos de lealtad de la mafia, la lealtad no significa nada cuando no va acompañada de aprecio verdadero. Y esto justo de lo que trata de la película.

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